El gran economista austríaco Ludwig Von Mises definía el
socialismo de la siguiente manera: “El
socialismo es el traspaso de los medios de producción de manos de la propiedad
privada a manos de la sociedad organizada, esto es, del Estado. El Estado
socialista es propietario de todos los medios materiales de producción y, en
consecuencia, se convierte en director de la producción general”.1
El Teorema de la Imposibilidad del Socialismo, expuesto a fondo por la Escuela
Austríaca, desarrolla la imposibilidad del socialismo, como consecuencia de la
inexistencia de cálculo económico en dicho sistema, consecuencia a su vez de la
planificación de la economía mediante el Estado (el centro director al que hacen
referencia algunos economistas).
Ludwig Von Mises se refiere al socialismo como la supresión
de lo racional. En la organización económica que se funda en la propiedad
privada de los medios de producción, todos los miembros independientes de la
sociedad efectúan el cálculo económico. En ello está interesado cada individuo,
por la doble razón de que es consumidor y productor. Todo esto falla en el
sistema socialista. “La dirección de la
economía socialista puede fácilmente saber qué bienes necesita con mayor
apremio, y al hacerlo no se halla todavía en posesión sino de uno de los dos
elementos que se requieren para el cálculo económico. Le falta el segundo elemento, la evaluación de los medios de
producción. Puede establecer el valor que hay lugar a conceder al conjunto
de los medios de producción, valor que es necesariamente igual al del conjunto
de las necesidades que satisface. Puede también establecer el valor de un medio
de producción tomado aisladamente, cuando conoce la importancia de las
necesidades que su desaparición impide ya satisfacer. Pero la dirección de la
economía socialista no es capaz de expresar este valor por medio de una sola
unidad de precios, como lo hace la economía que se basa en los cambios. La economía socialista hace imposible la expresión
monetaria de los precios de los medios de producción”.2
¿Por qué no existe
cálculo económico en el socialismo? “Pero
esto no es posible (el cálculo independiente para los diferentes grupos de la producción)
debido a que dicho cálculo, en el caso de las diferentes ramas de una misma
empresa, se funda exclusivamente en los precios del mercado para todas las clases
de bienes y de trabajo que se emplean. En
donde falta mercado no pueden formarse precios, y sin formación de precios no
hay cálculo económico”.3
Expresado de otro modo por el propio Mises: “Nos enfrentamos, pues, tan sólo con el
problema de decidir qué factores (modos)
de producción vayamos a obtener y emplear y cuál procedimiento, entre la
infinita variedad de posibles sistemas de fabricación, vayamos a seguir para,
en definitiva, producir los correspondientes bienes de consumo”. (…) “La paradoja de la «planificación» radica en
que, al imposibilitar el cálculo económico, impide planear. La llamada
economía planificada puede ser todo menos economía. Impide averiguar cuáles,
entre los múltiples medios, son los más idóneos para alcanzar los deseados
objetivos”.4
Por su parte, Hayek explica la imposibilidad del socialismo
desde la perspectiva del conocimiento, y la diferencia entre el conocimiento de
la autoridad central única y el conocimiento del orden extensivo (la sociedad moderna). El socialismo supone que dicha autoridad
central única puede utilizar todo el conocimiento disponible. Según Hayek
esto supone pasar por alto que la sociedad, el orden extensivo (que supera la
capacidad de cualquier mente individual), se basa en la utilización de
conocimiento ampliamente disperso. Ahí reside uno de los múltiples fallos del
socialismo. A esto se refiere en su obra La
fatal arrogancia, entre otras.
Otro economista que ha explicado en varias ocasiones la
imposibilidad del socialismo es Jesús Huerta de Soto. Para él, el socialismo es
lo que describe a continuación: “El
socialismo no sólo impide que cada miembro de la sociedad aprenda a disciplinar
su comportamiento en función del de los demás, sino que crea un fortísimo
incentivo para que los diferentes individuos y grupos traten de hacerse con el
poder o capacidad de influir sobre el órgano director, con la finalidad de
utilizar sus mandatos coactivos para
imponer por la fuerza a los demás ventajas o privilegios de tipo particular.
Así, el espontáneo proceso social coordinador se corrompe y es sustituido por
un proceso de lucha por el poder, en el que el conflicto y la violencia
sistemáticas entre los diferentes individuos y grupos sociales que tratan de
influir o hacerse con el poder se convierte en la nota más característica y
dominante de la vida en sociedad”.5
Es decir, el
socialismo es conflicto, violencia,
coacción, imposición. El socialismo
es estatismo, imposición mediante la fuerza, una corriente anti-individuo,
que antepone el colectivo al individuo. “En
la medida en que la coacción socialista se ejerza de forma más continuada y
efectiva, imposibilitará la libre persecución de fines individuales, por lo que
éstos no actuarán como incentivo y no podrá descubrirse o generarse
empresarialmente la información práctica necesaria para coordinar la sociedad”.6
Huerta de Soto explica la imposibilidad del socialismo desde
dos perspectivas: el argumento estático
y el argumento dinámico. El primero corresponde a la información que ya
existe, mientras que el segundo hace referencia a la creación de nueva
información.
Desde el punto de vista de los seres humanos que interactúan
entre sí constituyendo la sociedad, es preciso recordar que cada uno de ellos
posee con carácter privativo una información
práctica y dispersa que en su mayor parte es de naturaleza tácita y por
tanto no articulable. Esto hace que sea lógicamente
imposible concebir su posible transmisión al órgano director. El
conocimiento del que estamos hablando es un conocimiento del que sólo disponen
los seres humanos que actúan en sociedad y que, por su propia naturaleza, no
puede ser transmitido explícitamente a ningún órgano coactivo de tipo central.
Como este conocimiento es imprescindible para poder coordinar socialmente los
distintos comportamientos individuales haciendo con ello posible la sociedad,
al no poderse transmitir el mismo al órgano director, por su carácter no articulable,
es lógicamente absurdo pensar que un sistema socialista pueda funcionar. Este es el argumento estático. Aquí
Huerta de Soto coincide plenamente con Hayek en su argumento del conocimiento
de una sociedad.
El socialismo es imposible, no sólo porque la información
que poseen los actores es por su propia naturaleza explícitamente
intransmisible, sino porque, además, y desde un punto de vista dinámico, los seres humanos al ejercer la función
empresarial, es decir, al actuar, constantemente crean y descubren nueva
información. Y difícilmente se podrá
transmitir al órgano director la información o el conocimiento que aún no se ha
creado, sino que va surgiendo como resultado del propio proceso social y en
la medida en que éste no se vea agredido. Este
es el argumento dinámico.
Concluye Huerta de Soto que “desde la óptica del proceso social, el socialismo es un error intelectual, pues no cabe concebir que el
órgano director encargado de intervenir mediante mandatos pueda hacerse con la
información que es necesaria para coordinar la sociedad, y ello por los
siguientes motivos: primero, por razones
de volumen (es imposible que el órgano de intervención asimile
conscientemente el enorme volumen de información práctica diseminada en las
mentes de los seres humanos); segundo, dado el carácter esencialmente intransferible al órgano central de la
información que se necesita (por su naturaleza tácita no articulable);
tercero, porque, además, no puede
transmitirse la información que aún no se haya descubierto o creado por los
actores y que sólo surge como resultado
del libre proceso de ejercicio de la función empresarial; y cuarto, porque el ejercicio de la coacción impide que el
proceso empresarial descubra y cree la información necesaria para coordinar la
sociedad”.7
Por tanto, el socialismo es violencia y coacción, y su
imposibilidad se basa en la ausencia de precios de mercado, que a su vez impide
que haya cálculo económico. La
arrogancia del socialismo, por la que se cree que una autoridad central
puede obtener toda la información de los individuos; hemos visto que es
imposible que dicha autoridad pueda obtener todo el conocimiento y pensamiento
(la información) de todos para coordinar la sociedad. Una sociedad basada en
intercambios voluntarios y no en la coacción. Una sociedad con más Libertad y menos Estado, menos Socialismo. Eso es
lo que necesitamos.
1: Mises, Ludwig Von, Socialismo, p. 43.
2: Mises, Ludwig Von, op. cit., pp. 104-114.
3: Mises, Ludwig Von, op. cit., p. 124.
4: Mises, Ludwig Von, La acción humana, pp. 1.014; 1.016.
5: Huerta de Soto, Jesús. Socialismo, cálculo económico y función empresarial, p. 87.
6: Huerta de Soto, Jesús, op. cit., p. 99.
7: Huerta de Soto, Jesús, op. cit., pp. 99-100.
¡Muy buen artículo!
ResponderEliminarMuchas gracias.
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