jueves, 29 de diciembre de 2016

No todo es la desigualdad

Uno de los temas favoritos del mainstream económico actual es el de la desigualdad. Y más desde la crisis que comenzó en 2007. Se suele poner el acento en la diferencia de ingresos entre los deciles bajos (menos ingresos) y los deciles altos (más ingresos), hasta el punto de querer hacer ver que un aumento de los ingresos en las clases altas es la causa de una disminución de ingresos en las clases bajas. Es lo que se conoce como falacia de la economía como juego de suma cero, algo que no es real, puesto que lo que ganan unos no es porque lo pierdan otros o viceversa; puede aumentar la desigualdad reduciéndose la pobreza. Entender la economía como un juego de suma cero suele terminar siempre en la misma situación: una agenda política ‘anti-ricos’ en pro de más igualdad.

Aunque hay 3 tipos de desigualdad (renta, riqueza y consumo), habitualmente los medios de comunicación se refieren únicamente a la desigualdad de renta, desechando las dos restantes. Así, suelen decir que España es uno de los países más desiguales de Europa. En desigualdad de renta, sí. En desigualdad de riqueza y consumo ocurre todo lo contrario, como pone de manifiesto el informe sobre desigualdad que realizaron Ignacio Moncada y Juan Ramón Rallo (Instituto Juan de Mariana). En riqueza y consumo España es de los países menos desiguales de Europa.

¿Es la desigualdad el problema más importante? Un estudio del Pew Research Center da a entender que no. Entre las diferentes categorías económicas (economías avanzadas, emergentes y en desarrollo), en ninguna la desigualdad aparece como el problema más importante. Las economías avanzadas optan por la deuda pública (64% vs 56% desigualdad) y las economías emergentes ven como problema mayor el aumento de los precios (77% vs 60%). Por su parte, las economías en desarrollo creen que el mayor problema es el desempleo (86% vs 60%). No todo es la desigualdad, aunque muchos se empeñen en ello.

Creo que se debe poner más el enfoque en reducir la pobreza (esto es, intervenir menos en la economía) y no empeñarse en que la desigualdad sea mala per se. Como bien dice Pedro Schwartz, “no me importa la desigualdad porque no soy envidioso, me importa la pobreza”. Parece ser que España está llena de envidiosos.

* Publicado en La Razón

sábado, 24 de diciembre de 2016

No tengamos miedo a las máquinas

Es habitual encontrar artículos, ya sean periodísticos o académicos, que nadan a favor de la corriente ludita. El ludismo fue un movimiento que nació en Inglaterra a principios del siglo XIX (1ª Revolución Industrial), cuyo objetivo era impedir la sustitución de los mecanismos de trabajo habituales por máquinas. Tuvo su principal foco en la industria textil, donde los telares tradicionales fueron sustituidos por moderna maquinaria. Hoy en día muchos siguen empeñados en el rechazo a las máquinas, según dicen, porque favorecen el desempleo y los salarios bajos.
La creencia de que hay que conseguir pleno empleo sin poner atención a otros factores como la innovación, la productividad y el valor añadido es una falacia muy extendida en nuestros días. Si así fuera, pongámonos todos a remover arena con cucharas, removamos el agua con vasos, seguro que habrá trabajo para todo el mundo. Keynesianismo y todos felices. Pues no.
La tecnología, el uso de máquinas y la expansión fabril han permitido mayor innovación, mayor productividad y, por supuesto, mayor valor añadido que nunca antes. Y eso se ha traducido en mayores salarios. Como bien expuso recientemente el economista Juan Manuel López Zafra en un artículo, “la renta per cápita por empleado, valorada en moneda constante de 1990, ha pasado de los 4.700 dólares en 1870 a los más de 43.000 en 1998 en los países del centro y del norte de Europa. En España, desde 1913 y hasta 1988, se ha pasado de 6.000 dólares a casi 42.000”.
Las máquinas son nuestras aliadas y no nuestras adversarias. Son muchos los que dicen que las máquinas y el proceso tecnológico representan el anti-progreso, pero en realidad es el ludismo y el rechazo irracional a aquellas las que representan el anti-progreso. Si por los luditas fuera, el trabajo del siglo XXI seguiría los patrones preindustralización.
El mercado laboral no es estático. Los trabajos de hoy no son los de hace dos siglos. Muchos de los trabajos dentro de 50 años serán completamente diferentes. Muchos temen a las máquinas y al proceso tecnológico, pero la verdad es que no se ha cumplido lo que los luditas decían en el siglo XIX. Ni los salarios son más bajos ni hay más desempleo. Lo explica Henry Hazlitt en un capítulo de su magnífico libro «La economía en una lección». Las máquinas incrementan la producción y elevan el nivel de vida. Según Hazlitt, eso se lleva a cabo en alguna de estas dos formas: abaratando los productos al consumidor o aumentando los salarios (como consecuencia del aumento de la productividad). Es decir, aumenta el volumen de bienes y servicios asequibles a un mismo salario o aumenta el salario, pudiendo ocurrir ambas cosas, “pero en cualquier caso, máquinas, invenciones y descubrimientos aumentan los salarios reales”.
Por tanto, no hay que tener miedo a las máquinas ni a las nuevas tecnologías. Como he dicho, son aliadas y no adversarias.

* Publicado en La Razón

lunes, 19 de diciembre de 2016

El récord de Obama del que poco se habla

Si ha habido un tema por el que más críticas ha recibido (y sigue recibiendo) el presidente electo de EEUU -Donald Trump- es el de la inmigración. Junto a la promesa de la construcción de un muro en la frontera con México [Bill Clinton ya construyó uno a la altura de San Diego (CA) y Tijuana (México) en 1994] otro de los puntos que más ha llamado la atención ha sido el de deportar a los inmigrantes ilegales y aquellos que crucen de forma ilegal la frontera del país norteamericano, junto a los que tengan expedientes criminales, como expone en su programa electoral.
Aunque no lo parezca, esto no es una novedad en EEUU. Bien es cierto que muchos (por no decir todos) de los medios de comunicación alineados con la administración Obama, los Clinton y, en definitiva, el establishment estadounidense, han estado constantemente alertando de las medidas propuestas por Trump, como si fuera algo extraño y nunca antes visto, con el único fin de desprestigiarle y caricaturizarle.
Y digo que no es una novedad porque la deportación y expulsión de inmigrantes es una cuestión que han llevado a cabo todos los presidentes de EEUU, como muestra el gráfico 1. Y no por ello se es xenófobo o racista; es una cuestión diferente.
 Fuente: 2015 Yearbook of Immigration Statistics (Table 39)
Como se puede observar, durante el siglo XX las deportaciones no fueron abundantes, aunque sí estaban presentes. En 1997, durante el gobierno demócrata de Clinton se alcanzó por primera vez la centena de millar con 114.432 expulsiones. A partir de ahí siguieron aumentando hasta la llegada de Obama, cuando se ha alcanzado el record de deportaciones en la historia de EEUU. Durante sus 8 años de mandato Barack Obama ha sumado 2.750.000 de expulsiones hasta el momento (falta sumar el dato de 2016, no disponible aún). Y sin embargo, pese a conseguir un record de tal magnitud en la historia del país norteamericano, poco se habla de ello. Y si se habla, no se tacha la figura del presidente saliente de racista y xenófobo, desde luego. Una doble visión que contrasta con la imagen que suele darse de Donald Trump y su promesa de expulsar a inmigrantes ilegales y aquellos que hayan cometido delito alguno.

viernes, 2 de diciembre de 2016

El embargo y la victimización

Con la muerte del dictador Fidel Castro estamos asistiendo a un nuevo capítulo de la victimización característica de los sistemas políticos imperantes en Latino América. En esta ocasión, los fieles seguidores de la dictadura, no dejan de repetir que Cuba ha sido bloqueada constantemente en estas décadas de castrismo por EEUU y que ese bloqueo no les ha permitido desarrollarse como hubiesen querido.
La victimización ha sido una constante en el discurso del populismo latinoamericano (confrontación, división, enemigo culpable). También del socialismo, que evade cualquier tipo de responsabilidad individual, incluso colectiva, por lo que la culpa siempre es de otro. Desde el Descubrimiento de América hasta nuestros días, excusas varias, aunque casi siempre en el mismo sentido, han ido pasando con los años. Desde los descubridores y colonizadores de América (el mito del buen salvaje, que podemos ver en Michel de Montaigne y Rousseau, por ejemplo) hasta el neoliberalismo, pasando por los ‘yanquis’, el caso es que la culpa nunca es de los indígenas, ni del socialismo del siglo XXI ni de la revolución. Nunca hay autocrítica ni responsabilidad.
Como digo, el embargo no es más que otra victimización, según la cual Cuba es así porque EEUU no le deja progresar. ¿Pero eso es cierto? En 1962 J.F. Kennedy suspendió el comercio con Cuba. 3 años después de la Revolución Cubana. En ese tiempo, Cuba no había progresado. No había indicios de ello. Es más, fueron los propios revolucionarios los que expropiaron bienes estadounidenses en la isla desde su llegada al poder.
No sería hasta la Ley Torricelli (1992), una vez caído el Muro de Berlín y disuelta la URSS, cuando EEUU alienta a los gobiernos de otros países que mantienen relaciones comerciales con Cuba a restringir sus actividades de comercio y crédito, con la idea de imponer sanciones a cualquier país que comerciara a Cuba. 33 años después de la Revolución Cubana. En ese tiempo, Cuba seguía siendo una dictadura y tampoco había progresado económicamente. Fidel Castro había abrazado los postulados socialistas. Eso sí era un bloqueo a la isla.
Desde ese momento, otras leyes han ido surgiendo con la idea de reforzar el embargo contra Cuba mientras siguiera la dictadura castrista a los mandos de la isla.
Desde 1962 a 1992, Cuba podía comerciar con otros países que no fuera EEUU. Y en la actualidad lo sigue haciendo a pesar del supuesto «bloqueo», como demuestran su balanza comercial (exportaciones e importaciones). El problema es que el comercio en un país socialista es así: poco tiene que ofrecer y mucho tiene que demandar en el exterior. El verdadero bloqueo cubano es la dictadura, que impone y persigue a quienes no cumplen, mediante un Estado que ha engullido la economía de la isla. El resto, victimizaciones de quienes aplauden la dictadura. A ellos tampoco los absolverá la historia.

*Publicado en La Razón

jueves, 1 de diciembre de 2016

Sigue la dictadura

Ha muerto Fidel Castro, una de las figuras históricas del siglo XX y uno de los dictadores que más tiempo ha estado en el poder. 47 años al frente del gobierno autoritario que implantó al finalizar la Revolución Cubana, con el desbanco del anterior gobierno, dirigido por el general Batista.
Toda dictadura suele tener como método de cabecera la mentira y la imposición de unos postulados mediante la fuerza, incluso mediante mecanismos de terror. Y Fidel Castro no se iba a quedar atrás. La mentira la utilizó desde el momento que prometió devolver a Cuba la democracia y libertad política (elecciones libres y plurales, medios de comunicación independientes, pluralismo político) que la dictadura de Fulgencio Batista había apartado del camino. Nada de eso ocurrió cuando terminó victoriosa la revolución. No ha habido elecciones libres y plurales. No ha habido medios de comunicación independientes (solo es legal el Granma, afín al régimen, que se comporta como una rama del mismo, con la función de la propaganda). Tampoco ha habido pluralismo político; como ocurre en los regímenes de partido único, los demás partidos han estado ilegalizados y los que no han comulgado con las directrices del régimen, han sido perseguidos, muchos de ellos en el exilio, incluso encarcelados.
Los mecanismos de terror también han sido utilizados por el dictador cubano, al más fiel estilo de Lenin, quien impuso el «terror de masas» en lo que terminaría siendo la URSS, el cual se caracterizaba por la persecución del Otro, hasta su aniquilación, ya fuera social o física. ¿Cuál ha sido el «terror de masas» utilizado por el régimen castrista? Los campos de concentración conocidos como UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), cuya función era, entre otras, acabar con la homosexualidad (“El trabajo os hará hombres”). La Revolución Cubana persiguió a quienes no cumplían con el patrón sexual que impusieron los dirigentes revolucionarios. Las condiciones de vida en las UMAP eran pésimas, como en todo campo de reclutamiento forzoso. Y todo un aparato policial represivo, con persecuciones constantes y cárceles.
Como digo, en la Cuba castrista no ha habido libertad ni democracia. Tanto en el plano económico como político. Freedom House califica de “no libre” mientras The Heritage Foundation cierra su ranking de libertad económica con Cuba, solo superada por Corea del Norte.
Ha muerto Fidel Castro, pero Cuba sigue en manos de un régimen dictatorial encabezado por el hermano de la bestia, Raúl Castro. Los que anhelamos la libertad en la isla caribeña no debemos quedarnos aquí. Ahora es cuando más presión hay que meter. Ojalá podamos celebrar pronto el fin de la dictadura cubana. Libertad para Cuba. Cuanto antes.

domingo, 27 de noviembre de 2016

De cómo el régimen castrista ha empobrecido Cuba

Ha muerto Fidel Castro. Ha muerto el líder de la Revolución Cubana. Aquel que se embarcó en el Granma junto a su hermano Raúl y el Che Guevara, entre otros, con el objetivo de derrocar a Fulgencio Batista del poder. Lo consiguieron e implantaron una dictadura que perdura hasta los días presentes.

Dejando a un lado las técnicas guerrilleras, la propaganda, las falsas promesas de libertad y democracia hacia el pueblo cubano, ¿cómo ha cambiado Cuba en estas 5 décadas y media respecto a otros países que estaban parejos a la isla caribeña?

En términos políticos creo que no habrá ninguna duda, aunque siempre haya gente que no piense por sí misma y se dedique a alabar lo que otros le dicen sin comprobarlo. Las continuas faltas de libertades del pueblo cubano han quedado patentes en estos años. Desde un gobierno autoritario, sin parlamento, sin elecciones libres y plurales, sin pluralidad política, siguiendo por un régimen de represión y persecución hacia los disidentes, aquellos que solo piensan diferente a la élite revolucionaria. 

Porque la Revolución Cubana, al contrario de lo que hacen pensar, dio lugar a una élite que ha vivido de lujo, mientras el pueblo ha vivido y vive todavía sometido. La democracia, entendida como igualdad material por los marxistas, no ha quedado nunca patente en Cuba. Solo se puede hablar de igualdad en la miseria, insisto, mientras la élite dictatorial (una especie de nomenklatura, tomando como referencia la URSS) ha vivido con toda serie de lujos. Uno de los guardaespaldas de Fidel Castro lo ha contado alguna que otra vez: Fidel nunca renunció a los lujos del capitalismo, una cosa era su discurso sobre la "vida austera" que debían vivir los revolucionarios, otra cosa era su modo de vida, que era el de todo un capitalista”. Su hermano Raúl y los más afines al régimen, por el estilo.

Económicamente, un Estado que ha engullido la economía. La falta de libertad económica y capitalismo (inexistente en Cuba) no ha dejado lugar para la prosperidad. Los cubanos han tenido que resignarse durante estos casi 60 años, observando cómo iban siendo pobres, mientras personas y empresas de otros países iban prosperando de la mano de la libertad económica, el bienestar y el capitalismo.

En 1970, Cuba tenía una economía muy parecida a la de países como Corea del Sur o Singapur. Tenían una renta per cápita que no superaban los mil dólares ($653, $292 y $925, respectivamente). Pero hay una diferencia vital. Mientras Cuba no permitía el libre comercio, la empresa privada, la innovación, etc., Corea del Sur y Singapur despegaban económicamente gracias a todo eso que estaba prohibido en la isla caribeña.

Así, en 1990 la diferencia ya era clara: Cuba tenía una renta per cápita que seguía en niveles bajos ($2.707), mientras Corea del Sur y Singapur ya empezaban a probar las mieles del capitalismo: $6.642 y $11.864, respectivamente. Cuba solo había ‘progresado’ x4, mientras Corea del Sur multiplicaba x23 en esos 20 años y Singapur x13.

Y en la actualidad, la diferencia es mucho mayor. Tres economías más o menos parejas en 1970 son ahora completamente diferentes. En 2013 (último año con datos de los 3 a la vez), la renta per cápita de Cuba ascendía solo a $6.790 (apenas x10), mientras que Corea del Sur y Singapur han despegado definitivamente: $25.998 (x89) y $55.618 (x60).

Fuente: Banco Mundial

Así pues, ¿hay alguna duda de que el régimen castrista no ha permitido salir de la pobreza al pueblo cubano? Tanto económicamente como políticamente, Cuba es pobre. Las promesas se quedaron en eso. Cuba no conoce la democracia ni la libertad bajo esta dictadura comunista. Tampoco conoce el capitalismo, el único sistema económico posible para que un país prospere y salga adelante, con capital, innovación, emprendimiento y libertad económica.

Otra prueba de ella la tenemos en los salarios. El salario medio cubano en la actualidad está en torno a 700 pesos cubanos al mes ($27), mientras que en Corea del Sur alcanza $2.151 y en Singapur algo más de $3.000. Y es que se vive mucho mejor en una economía capitalista. ¿Cuántas cestas de la compra puedes llenar con el salario medio cubano y cuántas con el salario de Singapur? En Venezuela, otro país donde el Estado ha engullido la economía, el salario mensual medio está en torno a $30. Casualidades de la vida, o no tanto, Cuba y Venezuela cierran junto a Corea del Norte (la totalitaria) el ránking de libertad económica. Libertad es prosperidad. Centralizar la economía no funciona y así ha quedado patente en los diferentes ensayos a lo largo de la historia en esa dirección.


Es cierto que ha muerto Fidel Castro. Pero no ha terminado la dictadura. No ha terminado el castrismo y todo lo que ello supone: violación de derechos civiles y políticos y el secuestro de la economía por parte de la élite, del régimen dictatorial. Cuba debe mirar hacia adelante, sin olvidar su pasado. Ojalá podamos celebrar todos juntos, más pronto que tarde, el fin del régimen castrista y el inicio de la libertad. 

viernes, 25 de noviembre de 2016

El mito del 'austericidio'

La Fundación FAES ha presentado esta semana un informe [escrito por el profesor Santiago Álvarez García] sobre la senda presupuestaria de España en estos últimos años, desde que comenzara la crisis económica. Fundamentalmente viene a desmontar el mito de la austeridad y lo que algunos llaman ‘austericidio’.
Como indica el propio informe, “la contribución del gasto público a este proceso de consolidación ha sido menor que la de los ingresos”, poniendo de manifiesto que si bien los ingresos cayeron como consecuencia de la burbuja, ahora parece que se están recuperando de nuevo, a base de subidas impositivas, todo sea dicho.
El problema viene por el camino del gasto público, el cual se ha mantenido prácticamente intacto desde que comenzara la crisis. “En el año 2009, el gasto no financiero de las Administraciones Públicas se situó en 493.865 millones de euros. En 2014 se había reducido a 465.610 millones y en 2015 volvía a aumentar hasta 470.702 millones, según la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE)”, expresa el autor del informe.
Desde que comenzara la crisis económica, el gasto público de España siempre ha estado por encima de los ingresos. Esta situación sería insoportable en cualquier empresa o familia. No así en un Estado, el cual es mantenido por el dinero de los contribuyentes y puede tener pérdidas constantemente, ya que se echará mano de los impuestos para aumentar los ingresos o de la deuda pública, la cual no ha dejado de aumentar en estos años, poniendo de manifiesto lo dicho.
Decir que en España ha habido ‘austericidio’ no es más que simple propaganda de aquellos que quieren más Estado; para ello necesitan engañar y decir que el Estado ha sido desmantelado por la imposición del Totalitarismo Invertido, como llaman algunos al «malvado neoliberalismo». Soltada la mentira y creado un marco falso, necesitan que muchos les crean y les sigan el juego, un juego perverso, el de la mentira.
Y en esas estamos, oyendo a todas horas simples mentiras. Llaman austeridad a un proceso por el cual se gasta más de lo que se ingresa, en un momento histórico en el que los Estados nunca fueron tan grandes, nunca gastaron tanto y nunca recaudaron tantos impuestos. Lo dicho, el mito de la austeridad.

* Publicado en La Razón

miércoles, 23 de noviembre de 2016

La hipocresía contra Donald Trump

Esto no empezó con la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales, viene de más atrás. Hablo de la hipocresía de muchos, sobre todo desde la izquierda, contra el presidente electo. Durante la campaña electoral hemos podido escuchar todo tipo de ataques contra él, con la inmensa mayoría de medios de comunicación en su contra. La imparcialidad y la labor comunicativa de los medios han estado muy cuestionadas en estos meses, no es para menos.
Y los hay que han aprovechado el contexto de un candidato agresivo (en su comunicación política), con medidas un tanto peculiares, para atacarle directamente, incluso dentro del propio GOP (Grand Old Party, como se conoce al Partido Republicano).
Y también los hay que le han atacado por plantear medidas que otros presidentes anteriores a él llevaron a cabo en su momento, casualmente, sin alboroto y sin quejas (o no tan exageradas) de los que ahora claman al cielo cuando las menciona Donald Trump. Me estoy refiriendo, sobre todo, al muro en la frontera con México, la deportación de inmigrantes ilegales y el proteccionismo como bandera económica.
La administración Clinton comenzó a construir en 1994 un muro en la frontera entre San Diego (CA) y Tijuana (México). Quienes critican a Trump, ‘olvidan’ ese pequeño detalle. Los hay que comparan la política migratoria de Bill Clinton con las propuestas de Trump, diciendo que no están tan lejos el uno del otro. De hecho, los propios discursos de Clinton, como el que pronunció en el “State of the Union” de 1995, cuando dijo que EEUU «es una nación de inmigrantes, pero también una nación de Ley» y había que «evitar el abuso de la ley por parte de algunos inmigrantes».
En el tema de las deportaciones, Barack Obama ha sido el presidente que más inmigrantes ilegales ha expulsado de EEUU en más de 30 años: casi 3 millones de personas. Nuevamente quienes protestan por la promesa de Trump, callan ante las masivas deportaciones de Obama. Incluso Bill Clinton [cerca de 900.000] deportó más inmigrantes que Reagan [169.000 aprox.], con quien algunos comparan a Trump, etiquetándolos, como no, en el «neoliberalismo».
Por el camino económico, en los últimos años han proliferado muchas más medidas proteccionistas que liberalizadoras en el marco del G-20. Tanto es así que en el año 2016 triplican las primeras a las segundas, siguiendo la senda de años anteriores. Casi nada. ¿El proteccionismo del G-20 es bueno y el de Trump es malo? Que me lo expliquen.
Todo esto pone en evidencia una cosa: solo se quejan cuando Trump lo dice, mientras ‘olvidan’ lo que presidentes demócratas han hecho, o incluso gobiernos de Europa con medidas parecidas.
Estamos ante el interés de muchos por demonizar a Donald Trump y de blanquear a otros, entre ellos al propio matrimonio Clinton. También de callar las mismas políticas cuando son otros los responsables. Por cierto, Trump no ha tomado posesión todavía. Leyendo a algunos parece el responsable de la situación mundial. Hipocresía en estado puro: ¿importa más la policy en cuestión o solo quien la lleva a cabo?

* Publicado en La Razón

jueves, 17 de noviembre de 2016

Más libertad, menos pobreza

Un tema que nunca deja de estar presente en los medios de comunicación y todo tipo de debates es el de la pobreza. Ahora bien, todos de acuerdo en que debemos ir reduciéndola, no todos están de acuerdo en la receta para mejorar en ese aspecto.
Los hay que manipulan y hacen demagogia con los datos (pues no es otro su objetivo que mentir), escandalizando e intentando hacer ver que hay más pobres de los que realmente hay; o, entendiendo mal la economía, que hay más pobres porque a la vez hay más ricos. La falacia de la economía como juego de suma cero, tan utilizada por sectores políticos que hacen del odio al capital (entre comillas) su modus operandi.
Y los hay que equivocan desigualdad y pobreza, atribuyendo la primera como si fuera la segunda. Así pues, persiguen la desigualdad en vez de querer acabar con la pobreza. Ignorancia de fondo, pues todos los seres humanos somos desiguales desde el momento de nuestro nacimiento. Hay capacidades que nunca podrán ser iguales. Se empeñan en igualar en los recursos y la economía, interviniendo desde el Estado, algo que solo tiene un camino: la igualdad por abajo, en la pobreza, acabando por cumplir lo contrario al objetivo principal. Se empeñan en querer redistribuir persiguiendo la creación de riqueza y eso nunca ha funcionado, ni lo hará.
¿Entonces cómo podemos hacer que la pobreza sea cada vez menor? Más sencillo de lo que parece: con libertad económica. Según la Heritage Foundation, aquellos países con mayor libertad económica tienen una intensidad de la pobreza menor (0.07) que los países con economías más intervenidas (0.22).

Por otro lado, el Fraser Institute señala también las diferencias de pobreza según el grado de libertad económica. Mientras que en las economías libres solo el 1.9% (de media) de la población vive en la pobreza extrema (vivir con 1.9$ al día), en las economías más controladas aumenta hasta el 30.6%. Lo mismo ocurre con la pobreza moderada (vivir con 3.1$ al día); en las economías libres solo el 2.3% de la población vive en esas condiciones, mientras que en las economías menos libres la cifra aumenta hasta el 48.1%. Entre medias, los demás tipos de economías (el segundo y tercer cuartil), produciéndose una disminución del porcentaje de población en situación de pobreza conforme aumenta la categoría de libertad económica.

Asimismo, según el Fraser Institute, los ingresos del 10% más pobre multiplican algo más x10 los ingresos del mismo sector de población de las economías más controladas. Dicho de otra manera, es mejor ser pobre en Suiza que en Cuba.

Es una obviedad, por tanto, que gracias al mercado, la función empresarial, el comercio libre, etc.; y pese a tantas intromisiones de los diferentes poderes públicos, el mundo es menos pobre ahora que hace uno o dos siglos. Y también, pese a que muchos intentar hacer ver lo contrario, la pobreza sigue disminuyendo en las últimas décadas. Según la propia Heritage Foundation, a la vez que hay mayor libertad económica se reduce la pobreza, como demuestran los siguientes dos gráficos.


Si queremos menos pobreza, debemos poner los ojos en países como Suiza, Canadá, Irlanda, Australia, etc., siempre primeros en libertad económica, y no tanto en países que destrozan sus economías, como es el caso de Venezuela, Cuba, Argentina, Corea del Norte, etc.
Las mentiras y demagogia de algunos hacen creer que para reducir la pobreza, y acabar con ella, necesitamos lo que ellos dicen, que suele ser mayor intervención en la economía. Como ya se ha visto en los párrafos anteriores, eso no lleva a reducir la pobreza, sino a aumentarla. Si de verdad queremos acabar con la pobreza [la desigualdad no es mala per se], es sencillo: libertad económica y dejar crear riqueza en vez de perseguirla.

martes, 15 de noviembre de 2016

Los gráficos que desmontan el supuesto "neoliberalismo" de EEUU

Si hay alguna palabra que no dejan de repetir los anticapitalistas y antiliberales en general, sean del país que sean, es "neoliberalismo", como un peyorativo de liberalismo, según el cual los Estados son más pequeños debido a la austeridad, privatizaciones, desregulaciones, libertad económica total y el poder, dicen, en manos de las grandes empresas y el poder económico.

En EEUU también hay una especie de pensamiento que va por ese mismo camino. Anticapitalistas como el senador Bernie Sanders, la periodista y escritora Naomi Klein o el economista Paul Krugman, entre otros, no dejan de repetir el relato que hace del establishment una especie de "neoliberalismo" que ha destruido y destrozado el país. ¿Pero es verdad todo eso? Analicemos el gasto público y la libertad económica de EEUU en los últimos años para ver si tienen razón o es simple propaganda.

Gasto público

¿Se ha recortado en EEUU tanto como dicen algunos? Tomando como referencia el año 2007, cuando comenzó la Gran Recesión, podemos ver el camino que ha ido tomando el gasto en el país norteamericano. No se aprecian recortes, sino más bien lo contrario.

Fuente: www.usgovernmentspending.com

Por su parte, el gasto público per cápita se ha mantenido, por lo general, intacto durante estos años, demostrando que de austeridad y recortes, nada.

Fuente: www.usgovernmentspending.com

Algunos pueden pensar que el gasto público ha aumentado por los intereses de la deuda y por el gasto militar, por ejemplo, mientras se ha podido recortar en las políticas públicas que suponen, en teoría, un mayor bienestar: educación, sanidad, pensiones y protección social; lo que se conoce como gasto social.

¿Se ha recortado el gasto social en EEUU? Al igual que ocurre con el gasto público total, también el gasto social describe un aumento desde que comenzara la crisis económica, desmontando cualquier hipótesis sobre austeridad y recortes.

Fuente: www.usgovernmentspending.com

Libertad económica

¿Es verdad que se ha privatizado, desregularizado y que el poder lo tienen las grandes empresas? Si eso fuera verdad, se debería identificar un proceso de auge de libertad económica. Es decir, que hubiera más libertad para crear empresas, que hubiera más libertad para comerciar, tanto a nivel nacional como internacional, que hubiera más libertad financiera, etc. Como se suele decir, más espacio para el capital y menos para la Administración Pública.

Pero nada de eso se ha producido en EEUU durante estos años. Más bien lo contrario. La libertad económica se ha reducido, tanto con gobiernos demócratas como republicanos. Cuando cayó el Muro de Berlín, fecha a la que muchos aluden como el inicio de la expansión del capitalismo "salvaje", EEUU ocupaba el puesto 3 con una puntuación de 8,43 sobre un máximo de 10. En 2014, ocupó el puesto 16 con una puntuación de 7,75.

Fuente: Fraser Institute

Desde el año 2007 (medido en 2008), la libertad económica estadounidense ha seguido cayendo, además, en todos los aspectos. Salvo en la libertad del mercado laboral, donde obtiene casi la misma puntuación, en el resto de apartados económicos ha ido perdiendo libertad.

Fuente: The Heritage Foundation

¿Se puede decir que EEUU esté inundado de "neoliberalismo"? Vistos estos gráficos podemos decir que se trata de propaganda anticapitalista, puesto que nada de lo que achacan se da en la realidad. No ha habido recortes, ni en gasto público total ni en gasto social, no hay un poder total de las empresas (simplemente compadreo entre esas empresas y el propio Estado, lo cual no es laissez-faire ni liberalismo) y no hay una intensa desregulación favorable al capital. Por el contrario, el gasto público sigue aumentando y año tras año EEUU sigue cayendo en libertad económica. Abrir los ojos y ver la realidad depende de cada uno. Creerse las mentiras de otros, también.

* Publicado en Libertad Digital

jueves, 10 de noviembre de 2016

La propaganda de Naomi Klein

El pasado domingo Jordi Évole entrevistó en Salvados a Naomi Klein, periodista y escritora, famosa por su postura anticapitalista, defendida entre otros libros, en «La doctrina del shock».
«¿Eres antiestablishment?», le pregunta Évole, a lo que Klein responde: «Sí, soy anticapitalista». Klein cae en la trampa habitual del relato anticapitalista de relacionar establishment y capitalismo, como si fueran lo mismo. Así, no dudan en demandar más Estado, más gasto público, más impuestos, etc., basándose en un relato falso: la actual crisis es culpa del capitalismo, del establishment, que ha desregulado y privatizado todo y reducido el Estado hasta el punto de no existir prácticamente gasto social, como llega a sostener la propia Klein durante la entrevista.
Resultado de imagen de salvados naomi klein
¿Cuál es el origen de esta posición? Como se puede observar en el libro que he citado antes, Klein tiene una profunda obsesión con la Escuela de Chicago, cuyo representante más reconocido es el economista Milton Friedman. Klein acusa a dicha Escuela de introducir el «capitalismo del desastre» (también llamado «neoliberalismo») mediante shocks (algo así como golpes, crisis; de ahí el título del libro) por América y Europa, incluso partes de Asia, atribuyendo a la propia Escuela de Chicago la invasión americana a Irak.
Para Naomi Klein el capitalismo se caracteriza por tres cuestiones: eliminación del rol del Estado; libertad de movimientos absoluta de las empresas; y gasto social prácticamente inexistente. Ella misma se contradice al decir que impera el capitalismo, pues ninguna de esas tres condiciones se dan hoy en día: los Estados nunca han sido tan grandes como en la actualidad; las empresas se encuentran sometidas a muchas regulaciones (véase BOE en España), más cuando algunas tienen que soportar las conexiones con el poder político, sin competencia; y decir que no hay gasto social es, simplemente, una estupidez [en España, por ejemplo, el gasto social ha pasado de 243.000 millones en 2007 a 294.000 millones en 2015].
Otra de las tonterías que dice Klein en su libro es que el capitalismo, o lo que ella piensa que es capitalismo, necesita de autoritarismo político para poder aplicarse. Pone como ejemplo a Friedman y sus consejos a Pinochet para que liberalizase la economía chilena. Por supuesto, la autora ‘olvida’ decir que también le pidió libertades civiles para el pueblo chileno, porque si se ‘acordara’ desmontaría su relato. La realidad desmonta muy fácilmente ese “argumento”: los países con economías más libres tienen a su vez mayores libertades civiles y políticas, como ponen de manifiesto los informes del Fraser Institute y Freedom House.
En definitiva, el programa sirvió para tener constancia una vez más de la propaganda anticapitalista, que confunde capitalismo con mercantilismo e imperialismo y que solo sabe repetir consignas del tipo «el neoliberalismo mata» y por el estilo. Mentiras todas. Como no, ni una condena hacia las dictaduras de izquierdas. Deben ser el modelo de Klein...

* Publicado en La Razón

viernes, 4 de noviembre de 2016

La política del odio

Decía Paul Guggenheim que el odio es una pasión cuyo objetivo es el daño premeditado de otros. Está relacionado, según él mismo, con nociones de “revancha” o incluso “venganza”. En la política española lo hemos visto muchas veces, pero actualmente no pasa un solo día en que el odio no forme parte del discurso o acción de ciertos actores políticos, ya sea desde el parlamento, la universidad o la calle, mediante discursos, manifestaciones y protestas que trascienden lo pacífico y democrático.
Esas nociones de venganza y revancha las vemos muy bien reflejadas en el discurso de Podemos o el PSOE zapaterista. Siguen anclados en muchos aspectos en la España de los años 30, previa a la Guerra Civil. No lo han superado y ansían cambiar el curso de la historia.
Asimismo, el odio ha sido reflejado en varias ocasiones por algunos diputados de Unidos Podemos. La última, en la sesión de investidura de Mariano Rajoy, donde vimos como Pablo Iglesias miraba fijamente, muy serio, al diputado de C’s José Manuel Villegas. Esa mirada desprendía odio, como consecuencia del antagonismo político del “nosotros contra ellos”.
En democracia hay adversarios, en el populismo esos adversarios pasan a la categoría de enemigo. A un adversario hay que ganarle, pero de forma legítima y sin enfrentamientos que vayan más allá de lo político. Cuando pasamos de adversario a enemigo entra en juego el odio. Ya no solo hay que ganarle, sino también se intenta acabar con él de alguna manera. El enfrentamiento ahora sí va más allá de lo político, entrando en lo personal, llegando al ataque verbal, o incluso, físico.
Esto anterior lo pudimos ver a la salida de algunos diputados de C’s del Congreso después de la investidura de Rajoy. Algunos manifestantes de Rodea el Congreso tiraron algunos objetos a dichos diputados; incluso hubo quien llamó “puta” a alguna diputada, como han denunciado a través de las redes sociales.
Se pasa del odio a la violencia, azuzados por un discurso de “trincheras” y de aumentar el antagonismo, que hemos escuchado, por ejemplo, a Pablo Iglesias en más de una ocasión. Cuando te crees dueño de la voluntad popular, crees que ellos van contra ti (pueblo) y ves como legítimos mecanismos de protesta que pasan de la civilización a la agresión.
Para entender la relación entre el populismo, el odio y la violencia hay que entender las palabras del cardenal König, quien decía que muchos se aprovechan de la ideología para apelar a los sentimientos y apartar la razón, apelando a los instintos bajos de las masas y consolidan prejuicios para inculcar con más fuerza esos componentes (sentimentales) en dichas masas.
El populismo divide y antagoniza, bajo un discurso del odio hacia el “anti-pueblo”. Consecuencias (no) lógicas de esto, aparecen las agresiones y el enfrentamiento personal entre diputados o entre diferentes en una sociedad que debe ser plural y de adversarios políticos, no enemigos.

* Publicado en La Razón

miércoles, 2 de noviembre de 2016

La hipocresía contra la investidura

Finalmente hubo investidura de Mariano Rajoy con la abstención del PSOE. Desde posiciones radicales han seguido con su relato de que el PSOE va de la mano del PP para seguir gobernando en base a lo que digan desde la UE; que el PSOE abraza una gran coalición con el señor de la Gürtel y los recortes; que este nuevo gobierno no representa la voluntad popular; etc.
Mentiras a un lado, la hipocresía de algunos no tiene límite, parece ser. Desde Unidos Podemos, por ejemplo, se han quejado de que la abstención del PSOE deja en bandeja el gobierno al PP. Dicen que ellos (UP) seguirán luchando contra la corrupción y los recortes desde la posición que les corresponde. Un momento, ¿corrupción y recortes?
UP, que siempre ha hablado de formar un gobierno alternativo de la mano del PSOE, Convergència, ERC y (quizás) PNV. ¿De qué corrupción y recortes se quejan entonces? Quejarse de la Gürtel mientras quieres gobernar con el partido de los ERE, con el partido del caso Palau y las comisiones de Pujol. Ahí es nada. Y en cuanto a los recortes, ¿es que el PSOE no recortó en la recta final de la segunda legislatura de ZP? ¿Y la antigua CiU con Mas como presidente de la Generalidad de Cataluña? Ya saben, la “manipulación del olvido selectivo”.
Luego están los que protestan porque el PSOE se abstenga para que gobierne un partido de derechas. Convergència y el PNV, ¿qué son? Si les molesta tanto la derecha, ¿por qué quieren llegar a acuerdos con la derecha catalana y vasca? El derecho a decidir  y la ruptura de España, para llevar a cabo el proyecto político de Podemos, puede ser una clave, pero no deja de ser una incoherencia si basas tu discurso en rechazar a la derecha.
Lo que esto pone de manifiesto (quejarse de corrupción, recortes y derecha mientras quieres pactar con otros partidos que también tienen casos de corrupción, han recortado y son de derechas) es la hipocresía de ciertos sectores políticos en torno a la investidura de Mariano Rajoy.
Lo que de verdad querían (y quieren) desde Podemos es evitar a toda costa cualquier gobierno del PP, como han demostrado en Ayuntamientos y CCAA. Esa es su verdadera meta. Todo esto viene del discurso de la Nueva Izquierda, representado por Zapatero y continuado por Podemos, como bien explica el politólogo Jorge Vilches: «El populismo socialista de Podemos es la evolución lógica del zapaterismo: el guerracivilismo, el anticlericalismo, el odio al capitalismo, el apartamiento del PP, la exaltación de la segunda República revanchista y “roja” (...) Todo envuelto en un evidente infantilismo emotivo, sentimental, que desde las entrañas pretende movilizar, tener razón y llegar al poder para no soltarlo jamás. No conciben la alternancia, ni la existencia del adversario, como empezó a señalar el PSOE zapaterista con su Pacto del Tinell»
Solo ellos representan la democracia y la voluntad popular: el apartamiento del PP, como señala Vilches, es consecuencia de esa idea de no-alternancia y de que no exista adversario alguno. Esa es, pues, la verdadera meta de Podemos. Lo de corrupción, recortes y derecha, la hipocresía de muchos para esconder lo verdaderamente importante.

* Publicado en La Razón

jueves, 20 de octubre de 2016

Contra el libre mercado

La compañía Comuto Iberia, nombre comercial de la plataforma de coche compartido Blablacar en España, ha afrontado en la Comunidad de Madrid su primera sanción en Europa por no tener “autorización” para ofrecer “un servicio de transporte público”.
Como ya ocurriera con UBER, se persiguen aquellos servicios que la sociedad civil, mediante el ingenio y la innovación, pone en marcha para mejorar, en este caso, el transporte urbano e interurbano de un país.
Cuando hay libre mercado [no es el caso, ni de lejos, de España] cada consumidor demanda un producto en base a lo que existe (oferta). Siempre hay movimientos en busca de satisfacer dicha demanda. Y también al contrario, si un producto no es demandado, dicha oferta fracasará, por muchas horas de trabajo que lleve incorporado dicho bien o servicio, porque como bien dice el profesor J. M. López Zafra, el mercado no premia el esfuerzo, sino el valor añadido. Si ofreces algo que no tiene valor para los consumidores, fracasarás, por mucho esfuerzo que hayas desarrollado.
UBER y Blablacar son ejemplos de iniciativas de libre mercado y no deberían ser penalizados por ello. Los poderes públicos muchas veces se disfrazan del gusto de los consumidores, poniendo trabas o directamente prohibiendo una iniciativa empresarial, si esta pone en riesgo “lo establecido” en el sector pertinente. Por lo que dichas trabas o prohibiciones fortalecen los monopolios establecidos, como en este caso, el Taxi, uno de los sectores más regulados en cuanto a transporte se refiere. Nada que ver con mercado libre.
Las multas a estas iniciativas, prohibiciones, continuar con la actual legislación [causa de esta persecución] nos harán quedarnos por el camino, seguir encasillados en lo viejo y no abrir los ojos al progreso económico. Los países que menos trabas ponen al libre mercado son los que más prosperan. Pero en España, de momento, seguimos muy lejos de ello.

* Publicado en La Razón

martes, 18 de octubre de 2016

Anti-establishment

Podemos definir «establishment» como aquellos poderes políticos y económicos-financieros (élites) que mandan en sus respectivos países, o incluso en varios de ellos a la vez a través de organismos supraestatales, como puede ser la Unión Europea; y la relación entre ellos. Dichos poderes son constantes en el tiempo, y no se trata tanto de personas, sino más de ideas y acciones políticas y económicas.

Han surgido en los últimos años multitud de movimientos anti-establishment a lo largo y ancho del mundo, como respuesta, principalmente, a la crisis económica que comenzó a partir de 2007 y la fractura de algunos sistemas políticos, como estamos viendo en España, basado en un aumento del descontento de la gente (que no desafección, la cual es más o menos constante a lo largo del tiempo) hacia sus clases dirigentes.

La idea de estos movimientos es clara: la crisis es causada por el establishment y la solución vendrá de la mano de los anti-establishment, por lo que a mayor nivel de crisis y más direcciones de éstas, mayor espacio para su discurso [anti-establishment].

La crisis económica que comenzó en 2007 puso de manifiesto el contexto perfecto para los movimientos anti-establishment actuales, basado en un relato falso, necesario para las metas ideológicas de muchos de estos movimientos. Se ha hecho un análisis equivocado de las causas de dicha crisis, y por tanto, se ponen sobre la mesa soluciones también equivocadas para intentar solucionarlo. No dejamos de leer en algunos libros y periódicos y de oír en debates, mítines, programas de televisión, radio, etc. que la crisis actual ha sido consecuencia del capitalismo de libre mercado (laissez-faire): austeridad, desregulación, poder absoluto de los mercados, etc. En realidad, nada de eso ocurrió en los años previos, ni durante los años más duros de la crisis económica.

Así pues, los movimientos anti-establishment actuales son movimientos políticos que llevan en su agenda política, básicamente, más control, más intervención y la recuperación de la soberanía nacional (cedida a las multinacionales o a la Unión Europea, el Euro, etc.). Si la crisis fue culpa del liberalismo, necesitamos avanzar (dicen) en una nueva dirección, que sea anti-liberal, identificando en la mayoría de ocasiones al establishment con capitalismo radical y liberalismo (neoliberalismo lo llaman).

El anti-establishment per se no es la solución a nada; depende del foco político-económico y las propuestas que se lleven en la agenda política. Aunque la gran mayoría de los anti-establishment actuales son intervencionistas y anti-liberales, puede haber movimientos en contra de las élites que propongan menos intervención y mayor libertad y cooperación, de verdad, entre la gente. Que defiendan una devolución de sectores estatalizados a la sociedad civil. Como digo, el movimiento anti-establishment en cuestión depende de la óptica política y económica que defienda.

Como he dicho antes, una de las demandas de estos movimientos es la recuperación de la soberanía, cedida a entes que están por encima de los Estados, o incluso, a empresas y el ‘Capital’, según dicen ellos mismos. Recuperar soberanía puede sonar bonito, es verdad, pero estamos ante el mismo problema: no hay soberanía individual y sigue habiendo coacción desde la clase dirigente [ya sea considerada establishment o anti-establishment] a la clase dirigida.

«Establishment» o «anti-establishment», nos controlan desde su posición de poder, nos dirigen e intervienen en todo lo que pueden. Manejan la política y la economía a su antojo. Se relacionan con empresas amigas, dando todo tipo de favores desde su posición privilegiada. Un movimiento anti-establishment no es la solución a nada mientras sigan haciendo un relato falso, con el que consiguen mayor espacio político. Mientras sigan proponiendo mayor control, mayor intervención, en definitiva, seguir aumentando el poder de la política y la burocracia sobre los individuos, seguiremos con el mismo problema, aunque lo disfracen de “democracia”, “pueblo”, “soberanía”, etc. También los cerdos de la granja de Orwell eran anti-humanos y acabaron sin poder distinguir quién era cerdo y quién humano.

Resultado de imagen de la granja de orwell