domingo, 26 de abril de 2015

El Republicanismo en España

"República, siempre República." Así respondía la política española Clara Campoamor en una entrevista a la pregunta ¿Qué prefiere usted, Monarquía o República?

El republicanismo propone y defiende la república como el modelo de gobierno óptimo para un Estado. En sentido estricto, la república se define en oposición a las formas puras de gobierno aristotélicas: la monarquía y la aristocracia; así como a sus respectivas corrupciones: el despotismo y la oligarquía.

La noción de república en cuanto forma de gobierno no es en sí misma sinónimo de democracia. Han existido -y existen todavía- repúblicas autoritarias y despóticas. Pese a apoyarse en el principio hereditario para la designación de la Jefatura del Estado, una Monarquía puede ser considerada democrática en la medida en que los miembros de los poderes legislativo y ejecutivo sean elegidos directamente por voluntad popular.

Pero, ¿qué experiencias tenemos del republicanismo en España?

La Primera República Española

La Revolución de 1868 derrocó a Isabel II, pero las Cortes surgidas de las elecciones de 1869 dieron una mayoría monárquica, que impuso la búsqueda de un nuevo rey entre las cortes reales europeas. Este nuevo rey fue Amadeo I de Saboya, pero en medio de un país profundamente inestable, envuelto en diversas guerras -la tercera Guerra Carlista, debida a las aspiraciones al trono de la rama borbónica carlista; y la Guerra de Cuba, colonia española que buscaba su independencia-, y contando con la oposición de los republicanos y de buena parte de la sociedad, Amadeo I abdicó el 11 de febrero de 1873.

Bandera de España durante la Primera República

Ese mismo día, las Cortes proclamaron la Primera República Española. Acogida con gran esperanza entre las clases más bajas, era la única esperanza para continuar con el espíritu del 68. Pero la Primera República fue víctima de una inestabilidad provocada por las guerras anteriormente nombradas y la propia división entre los republicanos

La mayoría de los republicanos eran federalistas -de hecho se aprobó que la forma del Estado fuese la de una república democrática federal- pero existía también una tendencia unitaria. Como consecuencia de esta inestabilidad, política e institucional, se sucedieron cuatro presidentes del Gobierno en menos de un año, de febrero de 1873 a enero de 1874: Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. Fue una experiencia corta, que contó con tres conflictos armados simultáneos: junto a los dos mencionados anteriormente -la tercera Guerra Carlista y la Guerra de Cuba- también se produjo la “sublevación cantonal”

El 3 de enero de 1874, el general Manuel Pavía dio un golpe de Estado que estableció una dictadura republicana conservadora -recuerden que república y democracia no son sinónimos- al mando del general Serrano, quien fue derrocado por el pronunciamiento del general Martínez Campos el 29 de diciembre de ese mismo año, produciéndose la Restauración Borbónica en España con la subida al trono de Alfonso XII. 

La Segunda República Española

La dimisión de Primo de Rivera en 1930 auguraba la caída de la monarquía, pues ni la “dictablanda” del general Berenguer, ni el corto gobierno del almirante Aznar lograron estabilizar la situación; para buena parte de la opinión pública el comportamiento del Rey durante la dictadura había significado una transgresión de su papel moderador y la Monarquía misma era cuestionada. 

Bandera de España durante la Segunda República

El 14 de abril de 1931, tras unas elecciones municipales celebradas dos días antes, en las que los republicanos ganaron en la mayoría de las capitales de provincia, fue proclamada la Segunda República Española. La República vino de manera imprevista debido a la torpeza y a la cómoda "dimisión" de Alfonso XIII. Los republicanos activos, prácticamente sin más idea política que la de borrar el rastro de la Monarquía, no aportaron nada en orden a reorganizar un Estado coherente con la sociedad. Es más, esta república demostró no ser democrática, ni antes, ni durante, ni después.

No lo fue antes, pues los republicanos no ganaron las elecciones municipales. Éstas eran simplemente para elegir concejales -las candidaturas monárquicas sumaron cerca de 30.000 concejales por los 9.000 republicanos- y no era vinculante para la forma de Estado. Y aunque lo fuera, las candidaturas monárquicas lograron más concejales que las republicanas, aunque éstos lograran vencer en las capitales de provincia, el peso de la población estaba en el entorno rural.

No lo fue durante, ya que los republicanos de izquierdas asociaron la idea de república solamente a su ideología. "La izquierda se consideró y se proclamó a sí misma la depositaria de la legitimidad republicana", comenta Dalmacio Negro en su libro Sobre el Estado en España. Como buena prueba de ello, la revolución de 1934 en Asturias, lanzada por anarquistas, comunistas y socialistas, tras no aceptar la victoria de la derecha de 1933 y que miembros de la CEDA formaran parte del Gobierno en 1934. En 1936 Largo Caballero (PSOE), apodado "el Lenin español", dijo que si la derecha ganaba las elecciones de ese año, no quedaría más remedio que ir a una guerra civil.

Y no lo fue después, por la consideración del PCE de organizar en España una guerra de guerrillas que debía evolucionar en guerra civil -un ánimo de revancha que todavía dura hasta nuestros días en buena parte de las izquierdas- y provocar la intervención exterior que derrocase al régimen de Franco. Esta guerrilla fue el "maquis", vencida por el régimen franquista años después.

Son famosos los coqueteos del Frente Popular con la URSS, perdiendo la esencia de la república. Muchos republicanos suelen manifestarse actualmente con la bandera de la Segunda República -que no “bandera republicana” a secas, pues la Primera República tuvo por bandera la rojigualda- junto a banderas comunistas con la hoz y el martillo. Si esa es la república que quieren para España, prefiero mil veces una Monarquía. 

Puerta de Alcalá de Madrid durante el gobierno del Frente Popular

Muchos republicanos dicen que una característica básica de cualquier república es la libertad de culto -añado yo que no solo debería serlo de una república, sino de cualquier forma de Estado-. Algo que no ocurrió en la Segunda República, pues se procedió a la quema de conventos y todo tipo de edificios católicos, junto a la persecución a cualquier persona que profesara libremente sus creencias católicas.

Los padres espirituales de la Segunda República -Ortega y Gasset, Pérez de Ayala y Gregorio Marañón- dijeron de ésta que no fue lo esperado por ellos. Ortega llegó a decir que no compartía "este sistema que no respeta a los católicos". También dijo "no es esto, no es esto", en referencia a las diferencias entre su idea republicana y la realidad que se vivía en España. Los intelectuales republicanos acabaron frustrados. Gregorio Marañón terminó diciendo que “mi respeto y mi amor por la verdad me obligan a reconocer que la República española ha sido un fracaso trágico”. Pérez de Ayala también tuvo sus palabras para los demás republicanos de la época: "Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a sus pechos nuestra gran tragedia, todo me parecerá poco. Lo que nunca pude concebir es que hubieran sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza".

España no es país para una república

El gran problema del republicanismo en España es la propia República: nada le perjudica tanto como la concreta experiencia histórica de la forma republicana en España. Dos repúblicas hubo, y ninguna figura entre los episodios encomiables de nuestro pasado. Las dos experiencias republicanas españolas son la maldición y la perdición del republicanismo. Hay algún que otro republicano que no vindica la Segunda; son personas de argumentos racionales, que saben que hay repúblicas muy poco democráticas o nada, y democracias ejemplares cuyo jefe de Estado es un monarca.

Hoy en día, se suele seguir asociando en España a la república con la bandera tricolor. Se sigue asociando una idea republicana solamente a la ideología de izquierdas. Poca cultura política entre los que piensan que una república solo puede ser de izquierdas. Mucha ignorancia entre los que piensan que cualquiera de las dos repúblicas vividas en España -sobre todo la Segunda- representan cualquier espíritu de una república. 

Por lo tanto, España no debe arriesgar con una tercera experiencia republicana, visto lo visto en las dos anteriores. Una mayoría de españoles no concibe una república diferente a la Segunda. Actualmente, cuando alguien se manifiesta por la república, lleva la bandera tricolor, haciendo ver dos cosas: que su ejemplo de república es la Segunda Española, o que piensa que solo esa bandera tricolor y todo lo que a ella rodea representa el único modelo republicano de España. Se termina exhibiendo públicamente una gran incultura, tanto política como histórica, pues una república no tiene bandera por sí misma y la tricolor solo representa la Segunda República  Española, no así la Primera. 

Si no se concibe una república en España diferente a la Segunda, mejor que no se conciba una idea republicana, pues ésta haría repetir la historia, y todos sabemos cómo acabó España después de la Segunda República: en Guerra Civil y dividida en dos. ¿Alguien quiere repetirlo? Yo no. 

miércoles, 8 de abril de 2015

Austeridad y mentiras

Hay una palabra que está de moda desde que empezó la crisis económica actual. Algunos no se cansan de repetirla, como si por decir algo muchas veces se convirtiera ipso facto en realidad. Me refiero, como no puede ser de otra manera, a la austeridad.

El fundamento principal de cualquier sistema económico debería ser “no gastar más de lo que se ingresa”. Pero hemos llegado a un punto en el que eso no vale, parece que si no te endeudas lo estás haciendo mal. De hecho, muchos políticos prefieren gastar por encima de lo ingresado pensando que la deuda es un fantasma que con el paso de los años se va; incluso hemos podido ver últimamente a algunas agrupaciones políticas renegar de la deuda pública pero a su vez proponer políticas de gasto que conllevarían sin remedio a una deuda cada vez mayor.

Pues bien, en estos últimos años algunos sectores de la sociedad, y algunos partidos políticos, se han llenado la boca diciendo que España sufre una gran austeridad, que el gobierno de Rajoy ha impulsado el famoso “austericidio” (no deben saber que “austericidio” significa precisamente lo contrario de lo que ellos piensan, pues el sufijo “-cidio” significar “acabar con” y de lo que se quejan algunos, precisamente no es de que se haya acabado con la austeridad, sino todo lo contrario). 

¿Hay austeridad en España?

El gasto público ha crecido sobremanera en la última década. Las Administraciones (Estado, CCAA, Entes Locales y Seguridad Social) gastaron un total de 461.474 millones de euros en 2014 (43,6% del PIB) frente a los 420.680 millones (38,9%) de 2007.

El gasto corriente, en donde se incluyen las principales prestaciones y servicios públicos, apenas ha caído en 5.000 millones de euros desde 2011, pero ha aumentado ligeramente si se toma como referencia su peso en el PIB: ha pasado de representar el 40,6% del PIB en 2011 al 40,8% en 2014. Pero lo más relevante es que se ha disparado casi 75.000 millones de euros durante la crisis, pasando del 33,1% del PIB en 2007 al 40,8% actual. 

En cuanto a la recaudación, desde 2007 se ha producido una bajada de 40.000 millones de euros, a pesar de las constantes e históricas subidas de impuestos aplicadas por PSOE y PP en los últimos años. Así que, a día de hoy, el Estado gasta un 15% más de lo que ingresa por vía fiscal. 


Hasta aquí podemos decir que la austeridad brilla por su ausencia. Ni ha habido reducción del gasto público, ni se gasta menos de lo ingresado. El descuadre de las cuentas es tal que a nadie en su sano juicio se le ocurriría hablar de austeridad. Pues sí, los hay que hablan de políticas de austeridad. Y si por algo se caracterizaría un Gobierno que practicase unas políticas económicas austeras, sería por la ausencia de déficit, y por tanto, de deuda. Si gastas menos de lo que ingresas, tendrás superávit y no se tendrá la necesidad de pedir prestado a otros. Todo lo contrario de lo que ocurre en España. El déficit público rondó los 62.000 millones de euros en 2014, equivalente al 5,8% del PIB. Por su parte, la deuda pública alcanza límites vergonzosos, tras crecer más de 600.000 millones de euros desde 2007, pasando del 35,5% del PIB al 97,7% en 2014.

En España no hay austeridad, ni la habrá mientras políticas socialistas -aumento de impuestos, políticas de gasto expansivo, creer que la deuda es un fantasma, etc.- sigan aplicándose. Mientras que no se reduzca de verdad el gasto público, no se bajen los impuestos y no se siga el principio básico de la economía de no gastar más de lo que se ingresa, no se podrá hablar de austeridad. Y sí, yo quiero austeridad, pero una austeridad real, no solo de palabra como hacen algunos. 

Comunidades Autónomas: tampoco hay austeridad

Las CCAA gastaron un total de 163.344 millones de euros en 2014, lo que supone 1.102 millones más que el año anterior (+0,7%). Esto supuso que el déficit regional ascendiera a 17.529 millones de euros, 1.597 millones más que en 2013 (+10%).

El aumento del gasto se debe a que ocho Comunidades Autónomas gastaron más que el ejercicio anterior. Entre esas regiones, Cataluña encabeza el ranking con 941 millones de euros de gasto extra. El resto de autonomías que incrementaron gastos fueron, por este orden, Madrid (+575 millones de euros), País Vasco (+308), Comunidad Valenciana (+251), Extremadura (+100), Baleares (+79), Asturias (+39) y Canarias (+25). Por si esto fuera poco para hacer ver que tampoco existe austeridad en las administraciones autonómicas, se prevé que en 2015 todas las CCAA aumenten el gasto, al tratarse de año electoral.

¿Existe austeridad en las CCAA? Ni mucho menos. Al igual que pasa con la administración central, se gasta más de lo que se ingresa y se aumenta, año tras año, el gasto. Así no hay manera de encontrar la luz en una crisis. 


Por lo tanto, los que dicen -encima en tono de insulto, como si fuera algo diabólico- que en España hay austeridad, mienten. A propósito o por ignorancia, mienten. Como he dicho antes, no se puede hablar de austeridad mientras se aumenta el gasto y se sigue gastando más de lo ingresado. Por cierto, la austeridad no es mala, en contra de lo que muchos políticos y actores sociales quieren hacer creer, puesto que ella es la mejor forma de que haya bienestar y crecimiento económico.

¿Qué se debe hacer? Vivir con lo que uno tiene, tanto a nivel microeconómico (familias y empresas) como macroeconómico (Estado); no cabalgar sobre la deuda, que es lo que han venido haciendo muchos Estados, pensando que la deuda es un fantasma o un sueño que nunca se hace realidad. Las administraciones públicas deben aprender a “vivir” con lo que recaudan, igual que una familia vive con lo que ingresa a través de sus salarios. Esa es la única manera de poder superar una crisis económica a largo plazo: sin deudas -o las menos posibles- y ahorrando.

Pero claro, con el Consenso socialdemócrata que padecemos -algo parecido a “el Estado es Dios” del padre de la socialdemocracia Ferdinand Lasalle-, pedir que el Estado no se endeude y baje impuestos para que se pueda ahorrar es como pedir peras al olmo: algo imposible.