El otro día leí un artículo de Joaquín Sánchez sobre el capitalismo.
La idea de fondo está clara: culpar al capitalismo de todos los males que
padecemos en España y en el mundo entero, al mismo estilo de los que demonizan
al «neoliberalismo» como peyorativo de liberalismo, como si los Estados no
fueran cada vez más grandes y no hubiera más regulaciones e impuestos.
El problema es que el autor del artículo confunde
constantemente qué es el capitalismo, no sé si aposta o por desconocimiento. A
continuación iré citando por partes y tratando de explicar lo que en realidad
es el capitalismo, que no es malo y que los países que lo abrazan con más
ímpetu prosperan más, mucho más.
“Que se hayan
recapitalizado los bancos con el dinero público, cantidades ingentes, eso es el
capitalismo”. Para empezar no se han recapitalizado bancos, sino cajas de
ahorros, contraladas por políticos, es decir, poderes públicos. Por otro lado, capitalismo
no es privatizar beneficios y socializar pérdidas. El capitalismo se
caracteriza por privatizar tanto beneficios como pérdidas. Aquellas empresas
que sean rescatadas con dinero público responde simplemente a un compadreo
entre Estados y empresarios (empresaurios, como los llama la politóloga Gloria Álvarez), para evitar tener que responder ante los consumidores y
que no haya competencia, mediante impuestos arancelarios, por ejemplo. El
capitalismo se caracteriza por la libre competencia, sin favores políticos,
respondiendo simple y llanamente a la oferta y a la demanda y servir
satisfactoriamente a los consumidores.
“Que se haya
empobrecido a la gente a la pobreza, a la miseria, al hambre para satisfacer
las deudas de los grandes inversores y financieros, como si fuéramos los
culpables, eso es el capitalismo”. Tres cuartas partes de lo mismo. Si hay
que satisfacer las deudas de inversores y financieros desde los poderes públicos,
no es capitalismo, sino estatismo y compadreo entre Estado y empresaurios.
El capitalismo no empobrece a la gente ni la condena a la
miseria ni al hambre, eso lo hace el socialismo, algo que el autor no menciona
ni tan siquiera una vez. Hay hambre y pobreza en Cuba y Venezuela, entre otros
países, no en Suiza o Canadá, por ejemplo.
“Promover guerras,
fomentando las ventas de armas, para controlar los recursos naturales y
controlar zonas geoestratégicas, eso es el capitalismo. La guerra y el
terrorismo son las dos caras de la misma moneda, eso es el capitalismo”. Hace
bien el autor del artículo, por lo que parece, en leer a Lenin y su libro Imperialismo: la fase superior del
capitalismo, pero como el líder bolchevique, se equivoca de pleno. Las
guerras no las hacen las empresas privadas. Las hacen los Estados, como bien
analiza el politólogo Charles Tilly:
“la guerra hizo al Estado y el Estado hizo la guerra”. Las guerras no las hace
el capitalismo. El terrorismo tampoco es capitalismo. Laissez-faire se
caracteriza por la ausencia de coacción y violencia. Por tanto, la violencia no
la hace el capitalismo, sino aquellos grupos sociales que quieren imponer algo
a los demás, más cercanos a ideologías idolatradoras del Estado, que nada
tienen que ver con liberalismo ni capitalismo.
“El trabajo precario,
eventual, sin condiciones decentes ni dignas, con un salario de miseria, sin cotizar
prácticamente, eso es el capitalismo”. Vuelve a errar el autor,
relacionando capitalismo con trabajo precario y salarios bajos. Las economías
más libres tienen unos ingresos per cápita más altos. Las economías más libres
tienen tasas de desempleo más bajas, casi con pleno empleo todas ellas. Lo que
condena a la gente al paro y a salarios bajos son los impuestos, las
cotizaciones a la Seguridad Social y el salario mínimo (que condena a jóvenes y
menos preparados al paro, como barrera de entrada que es); es decir, regular
más el mercado laboral. Justo lo que quiere hacer el autor del artículo, ¡qué
cosas!
“La corrupción
política (…) eso es el capitalismo”. La política no tiene nada que ver con
el capitalismo. De hecho, los teóricos pro-capitalismo han remarcado una y otra
vez que desconfían de ella, de los intereses ocultos que hay en ella. La
corrupción tiene más que ver con regímenes anticapitalistas, como muestra año a
año Transparency International en su clasificación de la corrupción. La
corrupción va de la mano del poder como coacción, no del poder como logro de
objetivos personales (diferencia que remarcó muy bien el austriaco Hayek: “el poder en sí, es decir, la
capacidad de obtener lo que uno quiera, no es malo; lo malo es el poder de usar
la coacción, el forzar a otros hombres a servir la voluntad propia mediante la
amenaza de hacerles daño”). Y esa coacción se da en mayor cuantía en países que
abrazan ideas antiliberales, no capitalistas. Aquellos que quieren utilizar la
coacción del Estado para fines personales. ¿Qué coacción puede utilizar una
empresa privada en el libre mercado?
“Participar en los
procesos electorales como una tapadera de los intereses personales y del propio
afán de poder, eso es el capitalismo”. Participar en los procesos electorales
no es malo. Lo malo es hacerlo con vistas de enriquecerse personalmente y hacer
más coactivos los poderes del Estado que puedas tener a tu alcance. Y eso
tampoco es capitalismo. Aquellos que quieren manejar el Estado a sus anchas
mediante la política no son capitalistas. Si lo fueran, producirían y no
saquearían. Utilizarían el intercambio voluntario y no la fuerza y la coacción.
“Convertir todo en un
mero negocio, privatizando los servicios públicos y esenciales como son la
sanidad y la educación, eso es el capitalismo”. Mientras, el autor del
artículo quiere convertir todo en privilegios, que pagan unos y disfrutan
otros. Nuevamente, se demoniza un significante como es “privatizar”, como si
fuera malo per se, cayendo continuamente en la “falacia del proveedor único”, a
la que se refiere el economista Carlos Rodríguez
Braun como la “falacia del Estado que está”, que consiste en pensar que
algunas actividades solo pueden ser provistas por el Estado; pues eso, una
falacia.
Además, los capitalistas queremos privatizar y liberalizar
sanidad, educación y demás servicios públicos, algo que siempre “olvidan”
aquellos que quieren hacer del Estado un monstruo aún más grande. Es normal,
ellos quieren controlarlo todo y no dejar libertad de elección ni de decisión a
los individuos. Nos quieren infantiles (el papá siempre decide por su hijo
pequeño) y es importante saberlo.
“Destruir el medio
ambiente por ganancias rápidas, eso es el capitalismo”. Como en todo el
artículo, Joaquín Sánchez relaciona capitalismo con cosas
que no tienen que ver con él. ¿Sabrá el autor del artículo que aquellos países
con economías más libres, que abrazan en mayor medida el capitalismo, son
los líderes en el Índice de Desempeño Ambiental? ¿Quiénes cierran esa
clasificación? Efectivamente, los modelos económicos que más poder dan al
Estado, más anticapitalistas. ¡Qué casualidad!
En definitiva, el artículo de Joaquín Sánchez no tiene
ninguna base teórica, al confundir continuamente capitalismo con mercantilismo
y compadreo de Estados y empresas. Y tampoco tiene evidencia empírica, ya que
es demostrable que los países capitalistas, o si quieren, menos
anticapitalistas, son aquellos que más progresan, con salarios más altos, tasa
de desempleo más baja, sin salario mínimo en la mayoría de ellos, con poca
corrupción y encabezando también la calidad del medio ambiente.
Es un artículo que cuesta leer ante tanta falacia. Pero
bueno, la propaganda y la falta de análisis crítico son características del
anticapitalismo, por lo que en el fondo no me sorprende que haya gente que
demonice de esta forma al capitalismo sin ningún tipo de pudor.
Yo lo tengo claro, y espero haberlo expresado de la misma
manera en este artículo de réplica. A lo que se refiere Joaquín Sánchez no es el
capitalismo. Eso no lo es.