Actualmente el mundo se encuentra bajo una pandemia (Covid-19) que está causando
numerosos daños. A la pérdida de vidas humanas tenemos que sumarle los daños económicos
que ya ha empezado a causar y que seguirá causando en las próximas semanas y meses, incluso
años.
La crisis sanitaria derivó en el confinamiento que supuso el estado de alarma decretado en
marzo.
De esta crisis sanitaria deriva, antes o después, una crisis económica. Un shock de oferta por cierre forzado de la economía que se traslada, lógicamente, en parte a la demanda. El doble
shock de oferta y de demanda provocado por la pandemia y las medidas de confinamiento, unido
al hundimiento de los intercambios internacionales, ha provocado un parón de la actividad que se
extiende a través de todos los continentes.
En este artículo no pretendo hacer predicciones cuantitativas de la caída de la economía
española, sino dar algunas razones por las que pienso que esta crisis (el Gran Confinamiento,
2020-?) va a tener un mayor impacto en nuestro país respecto a la Gran Recesión (2008-2013),
cuestión en la que coinciden todos los organismos económicos nacionales e internacionales,
además de economistas de prestigio; y por qué España va a sufrir algo más que las economías
de nuestro entorno, en base a su modelo productivo y la posición dominante del turismo y otras
actividades más afectadas por las medidas de confinamiento y paralización de la actividad
económica de las últimas semanas.
Peor que la Gran Recesión (de dónde venimos)
Para hacer un análisis sobre la incidencia de ambas crisis, voy a comparar la situación de la
economía española en dos periodos de tiempo (las etapas de crecimiento económico previas),
comparando la media de ciertas variables e indicadores económicos. El primer periodo
corresponde a los años 1996-2007 (aunque esta fase de crecimiento comienza en 1994, los datos
que proporciona la Contabilidad Nacional respecto a 1994 y 1995 son algo confusos) y el
segundo, a los años 2014-2019.
Lo primero que hay que señalar es que la actual fase de crecimiento ha sido menor (6 años) en
comparación con la anterior (14 años), empezando a reflejar una economía más débil respecto al
crecimiento de los 90 y principios de siglo.
A su vez, esta fase de crecimiento se ha caracterizado
por una desaceleración económica, es decir, un crecimiento cada vez menor, mientras que la fase
de crecimiento previa a la Gran Recesión se mantuvo estable hasta que cayó a finales de 2008 y
se desplomó en 2009.
Por el mismo camino, la actual fase de crecimiento ha tenido un crecimiento medio del PIB menor
(2,6%) respecto a la anterior etapa de crecimiento (3,7%). Hemos crecido menos años y con
menor amplitud. A su vez, el consumo y la inversión han sido, de media, menores entre los años
2014-2019 que respecto a la etapa 1996-2007, reflejando una economía más débil: menor
crecimiento, menor consumo y menor inversión.
Desagregando entre demanda nacional y saldo exterior se obtiene una noticia medio positiva y
otra negativa. La positiva tiene que ver con el saldo exterior (exportaciones e importaciones), que
ha aportado más al crecimiento económico en esta última fase (0,1% frente a -0,7% que aportó
en la anterior fase). Si bien es cierto que si se observa la variación de exportaciones e
importaciones se refleja una caída en ambas. La mala noticia tiene que ver con la demanda
nacional, ya que su aportación al crecimiento es menor respecto a la fase anterior (de aportar una
media de 4,4% entre 1996 y 2007 a aportar 2,5% entre 2014 y 2019). Esto también refleja la idea
de una economía más débil: menores exportaciones y, a su vez, menor demanda nacional.
Por otro lado, se observa un mejor comportamiento de la balanza de pagos. De los pocos
indicadores en los que estamos mejor en esta etapa de crecimiento. Durante la etapa 2014-2019
España ha conseguido una capacidad de financiación media del 2,6% del PIB, mientras que en la
etapa 1996-2007 se produjo una necesidad de financiación media del -3,7% del PIB. Si
desagregamos entre sector privado y sector público, de nuevo se observa una mala noticia y otra
buena, pues el sector público ha tenido un déficit medio del -3,9% del PIB en la actual etapa,
mientras que en la anterior reflejó un déficit medio de -0,9% del PIB (otro problema de la
economía española es la alta propensión al déficit estructural de las AAPP). Por su parte, el
sector privado ha mejorado, ya que en la actual fase de crecimiento refleja capacidad de
financiación, es decir, superávit del 6,6% del PIB, mientras que en la anterior fase de crecimiento
obtuvo necesidad de financiación del -3,8% del PIB. El sector privado ha saneado sus cuentas
mientras el sector público ha aumentado su déficit medio, en parte por el alto déficit que causó la
Gran Recesión, en parte por el poco esfuerzo para reducir el déficit estructural y el déficit total en
la etapa de crecimiento posterior.
Si se observa otro indicador macroeconómico como la deuda pública también se refleja un sector
público más vulnerable y con menor capacidad de reacción y menor capacidad de políticas
expansivas. La deuda pública media entre 1996 y 2007 fue un 52% del PIB, mientras que la
deuda pública media entre 2014 y 2019 ha sido un 98,5% del PIB. Si bien es cierto que este
aumento se produjo en la Gran Recesión, pasando del 35,8% del PIB en 2007 al 95,8% del PIB
en 2013, durante los últimos años no se ha hecho ningún esfuerzo de consideración en reducir
los pasivos de las AAPP. Estamos ante una tendencia creciente y brillan por su ausencia planes
de reducción y sostenibilidad de la deuda pública para los próximos años.
Otro indicador que refleja una economía menos dinámica y, por tanto, más debilitada, es la tasa
de desempleo. Entre los años 1996 y 2007 la tasa media fue del 12,5% (un fiel reflejo del
problema del alto paro estructural que sufre España). Entre los años 2014 y 2019, por su parte, la
tasa media ascendió al 18,8%. Un mercado laboral como el español representa menores
oportunidades de empleo en comparación con otros países del entorno continental y los de un
nivel socioeconómico similar.
En el terreno microeconómico, el comportamiento y las expectativas de consumidores y
empresas reflejan también la alta posibilidad de una crisis sin comparación en muchas décadas,
mucho peor que la Gran Recesión. La destrucción de empleo que se dio en marzo, medido en
variación de afiliación a la Seguridad Social fue mayor que la destrucción de empleo de marzo de
2009 (inmersos ya en la crisis), así como el aumento del paro registrado (hemos perdido 3 años
de progreso). Del mismo modo, el dato de destrucción de empresas de marzo de 2020 fue
escalofriante: a finales de marzo quedaban poco más de 1,3 millones de empresas con
trabajadores, el dato más bajo desde enero de 2013, cuando España todavía estaba saliendo de
la crisis. En apenas un mes se perdieron los 7 años de recuperación en lo que se refiere al
número de empresas activas.
El índice PMI (Purchasing Managers Index) también refleja una idea sobre la caída de la economía
española. Si bien es cierto que es un índice que no mide evidencia, sino sensaciones. El PMI lo
calcula IHS Markit a través de encuestas, mediante las que se pregunta a gestores de compra si
creen que las condiciones de la industria, los servicios y negocios en general han mejorado, se
han mantenido constantes o se han deteriorado en comparación con el mes anterior. Una
puntuación de más de 50 indica una expansión del sector en cuestión, una puntuación de menos
de 50 indica un declive y una puntuación de 50 indica que no ha habido ningún cambio con
respecto al mes anterior. Pues bien, el índice PMI compuesto cayó en marzo hasta los 27 puntos,
mientras que en abril lo hizo hasta los 9 puntos, ambas caídas mayores que la de 2009. El PMI
servicios cayó en marzo hasta los 23 puntos y en abril se desplomó hasta un nivel de 7 puntos,
siendo también ambas caídas mayores que la sufrida en 2009. Por su parte, el PMI industrial ha
caído en abril hasta los 30 puntos, un valor ligeramente por encima de la anterior crisis. Caídas
que según IHS Markit, aseguran que el sector privado español en general está experimentando
una contracción considerable y sin precedentes de la actividad económica. Sin duda, y con estos
datos encima de la mesa, el índice PMI también da cierta idea de lo que puede suponer la crisis
que se avecina y habrá que estar atentos a los próximos informes, que seguirán haciendo una
radiografía de lo que nos espera en este terreno en nuestro país. Como explica Paul Smith
(Director Económico de IHS Markit), “existe una alta probabilidad de que la severidad de la
recesión en el segundo trimestre supere todo lo que hemos observado durante la fuerte recesión
de 2009”.
Así pues, y observando las dos etapas de crecimiento (1996-2007 y 2014-2019) se puede
describir una economía más débil en la actualidad y un efecto del coronavirus en la economía que
empieza a tener efectos adversos, mayores que en la anterior crisis.
Una economía más débil en tanto en cuanto, de media, se ha crecido menos años, con menor
amplitud y una desaceleración en los últimos años, algo que no ocurrió en la anterior etapa de
crecimiento económico. También se muestra debilidad por la parte del déficit público y la deuda pública: se han desaprovechado años de crecimiento, por encima incluso del 2%, para sanear las
cuentas públicas y tener un margen de actuación respecto a shocks inesperados como el
coronavirus. Por su parte, la tasa de paro es una de las grandes losas de la economía española,
debido al alto desempleo estructural, ya estemos en recesión o crecimiento. La Gran Recesión
aumentó sobremanera dicha tasa y en los últimos años se ha hecho gran esfuerzo por reducirla,
aunque con una media mayor que en la anterior fase de crecimiento económico.
Y unos efectos adversos que ya se van mostrando desde el comienzo del estado de alarma, con
el cierre forzado de la economía: destrucción de empleo (sobre todo temporal, el gran handicap
del mercado de trabajo español), aumento del paro registrado, destrucción de empresas activas,
pésimas expectativas del sector privado y caídas generalizadas de la confianza de consumidores
y empresas.
El Gobierno presentó la semana pasada el Programa de Estabilidad, un documento en el que se
plasman las previsiones macroeconómicas del Gobierno, en este caso para el bienio 2020-2021,
dos años marcados por la pandemia del coronavirus. A tenor de lo que prevé el Gobierno, el PIB
caerá un 9,2% este año para rebotar hasta un crecimiento positivo del 6,8% en 2021. Una “V
asimétrica”, en palabras de la ministra Nadia Calviño. De ello dependerá el comportamiento del
Gobierno y sus reformas durante este año. El desplome va a ser histórico, pero la recuperación
no está garantizada. Si se hacen las cosas mal podremos tardar mucho más de lo esperado en
volver a los niveles previos a la pandemia, pues nuestro punto de partida ya era débil en
condiciones normales. De hecho, el dato del PIB relativo al primer trimestre ha sido peor de lo
esperado (-5,2% intertrimestral) y hace prever un dato peor en el segundo trimestre (ya que en el
primer trimestre el efecto coronavirus solo ha afectado a dos semanas). Por su parte, y en este
mismo terreno, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) ha hecho un
análisis sobre el Programa de Estabilidad y advierte de que el Gobierno ha podido pecar de cierto
optimismo.
Por su parte, según el propio Programa de Estabilidad, el déficit rebasaría el 10% del PIB y la
deuda pública alcanzaría el 115% del PIB, mientras que la tasa de paro ascendería hasta el 19%,
todo ello a finales de este año. Son cifras que reflejan el desplome de la economía que vamos a
observar en los próximos meses, como he desarrollado en líneas anteriores.
VAB en sectores más afectados y turismo dominante: el coronavirus afectará más a la economía
española
Las últimas décadas se han caracterizado por una “terciarización" de las economías
desarrolladas, esto es, un aumento del peso del sector servicios (sector terciario) en el PIB de
dichas economías. España no ha sido una excepción y en las últimas décadas ha pasado de una
economía agraria a una economía de servicios.
Los servicios se dividen en servicios de mercado y servicios de no mercado. Dentro de los
servicios de mercado, aquellos que mayor peso tienen en el sector servicios, los que tienen un
mayor valor añadido bruto (VAB) en España, son los siguientes: comercio, transporte y hostelería
(aportan un tercio del VAB del sector servicios, el 32%). Estas actividades son de las que más
están sufriendo con el cierre forzado de la economía. En comparación con las economías líderes
de la UE, España también lidera el VAB de dichas actividades. Le sigue Alemania con algo menos
del 25% del VAB del sector servicios. A tenor de esto, según un informe de la OCDE España sería
el segundo país de la UE más afectado por la paralización de la actividad en estos sectores
(medido en el % de empleo), solo por detrás de Grecia.
Por otro lado, el liderazgo en el turismo también hace prever que el Gran Confinamiento vaya a
afectar más a la economía española. Recordemos que el turismo es el primer sector de actividad
en España: supone, directa e indirectamente, el 13% del PIB y casi el 14% del empleo total;
liderando esta clasificación (aportación del turismo) respecto a los países con mayor peso en la
UE y en la OCDE. Y solo hace falta echar un vistazo a las noticias económicas para ver reflejado
la situación que está viviendo el sector turístico con el coronavirus: viajes prohibidos salvo por
causas justificadas, hoteles al mínimo de ocupación, un verano que se acerca entre rumores de
anomalía histórica, con paralización de la actividad (o gran parte de ella) y sin recepción de
turismo exterior (lo que causaría un impacto muy grande, pues el 47% de los ingresos por
turismo en España proviene de este tipo de turismo). Se habla incluso de un regreso del “turismo
de los 70” para este verano: familiar, en coche y de proximidad.
Éstas son, pues, dos de las razones que encuentro por las que el coronavirus y el Gran
Confinamiento afectará en mayor medida a España respecto a otras economías del euro y
economías desarrolladas: mayor VAB en las actividades más castigadas por la pandemia (sobre
todo comercio, transporte y hostelería) y un turismo muy dominante.