El vínculo afectivo que una persona secuestrada presenta
ante sus captores es lo que se conoce como síndrome
de Estocolmo. Las víctimas que experimentan este síndrome muestran
típicamente dos tipos de reacción ante la situación: por una parte, tienen sentimientos positivos hacia sus
secuestradores; y por otra parte, muestran miedo e ira contra las autoridades policiales, aquellos que quieren
liberarles.
Las políticas del bienestar, lo que conocemos como Estado del Bienestar, nacido a partir
de la esencia del Estado-Provisor
que surgió después de la Segunda Guerra Mundial, tiene una amplia relación con
el Síndrome de Estocolmo.
Por una parte, aquellos que defienden dicho Estado del
Bienestar no suelen reconocer que fuera de él también sería posible recibir los
servicios básicos que toda persona quisiera. Es lo que se conoce como falacia
del Proveedor Único, por el cual solo el Estado es capaz de proveer a
los ciudadanos de sanidad, educación, pensiones, etc. Dicha falacia consiste en
creer que un determinado sector solo
puede ser ofrecido por empresas públicas o la propia administración pública, es
decir, por el sector público.
Los defensores del Estado del Bienestar aceptan ser
expoliados con unos impuestos cada vez más altos y endeudados por la clase
política con la excusa de que si no fuera por el Estado no sería posible
recibir educación, sanidad y demás servicios. La noción de Estado benefactor
cuando no existe tal. El Estado del
Bienestar utiliza como una de sus armas fundamentales la violencia psicológica,
de forma intensa y constante. Necesita convencer a la mayor parte de los
ciudadanos de que por sí mismos son seres inútiles, incapaces de cubrirse las
necesidades más básicas. El miedo es un arma muy poderosa. El objetivo de
toda esta violencia psicológica tan intensa y constante es hundir la autoestima
de tantas personas como sea posible, para que la mayor parte de la población acepte el saqueo permanente como su
única posibilidad de supervivencia, para que caigan en la falacia del
Proveedor Único y lo acepten sin rechistar.
Muchos de los "secuestrados" por el Estado del
Bienestar contra su voluntad también desarrollan el síndrome de Estocolmo. Pese a que el Estado del Bienestar no
cumple sus objetivos, muchos lo defienden aunque les haga mal, como los
secuestrados hacia sus captores. Y como ocurre en el citado síndrome, los defensores del Estado del Bienestar
también muestran miedo e ira hacia aquellos que quieran liberarles de la carga
del secuestro: en este caso, las
políticas liberales, la reducción de impuestos, reducción de
regulaciones y libertad para elegir los servicios que cada persona quiera, y no
los que el político y burócrata de turno quieran, en definitiva la
reducción drástica de los ámbitos de actuación del Estado, justo lo
contrario de lo que viene ocurriendo últimamente, donde no hay ámbito que no esté regulado por políticos y burócratas, haciendo
más difícil la vida de las personas.
Los cuatro pilares del Estado del Bienestar español son la
sanidad, la educación (que debería ser únicamente enseñanza, ya que la
educación de valores y moral debe ser enseñada en casa), las pensiones y las
prestaciones por desempleo. Son aspectos fundamentales en la vida de cada persona,
y por ello no debieran estar en manos del Estado, sino en manos de la sociedad
civil. Para ello deberíamos pasar del Estado del Bienestar actual a una Sociedad del
Bienestar.
Los ciudadanos
ante el Estado del Bienestar
Se ha expandido en los últimos años la idea del Estado
intervencionista y responsable del bienestar de los ciudadanos dentro de la
concepción que los ciudadanos tienen del papel del Estado en las democracias.
Como prueba de lo anterior tenemos el siguiente gráfico, que
nos muestra el porcentaje de apoyo de los ciudadanos hacia la responsabilidad
del Estado en diferentes ámbitos de actuación de éste:
Fuente: Max Kaase y Kenneth Newton, Beliefs in
Government. 1998.
Los porcentajes de ciudadanos que piensan que el Estado tiene
una responsabilidad esencial son muy altos, en algunos casos se acercan al cien
por cien de los encuestados, sobre todo en lo relativo a lo que conocemos como
pilares básicos del Estado del Bienestar, como educación y sanidad, o también
ancianos y empleo. Hay un altísimo
consenso en torno a la idea de la responsabilidad del Estado en el bienestar
social. En este sentido se constata un cambio de enorme trascendencia
respecto a la filosofía del Estado Liberal no intervencionista.
Por tanto, nos damos cuenta de que son muchos los
“secuestrados” por el Estado del Bienestar que dan su apoyo a éste. El síndrome
de Estocolmo también aparece en el Estado del Bienestar.
Un Estado del Bienestar que cada vez lo es menos, se ha ido transformando en el Bienestar del
Estado y de los que viven de él. La dictadura de los impuestos en la que
nos encontramos actualmente hace imposible que se pueda buscar una vida digna
fuera de los mandatos políticos del Estado del Bienestar. Nos controlan y nos
imponen todo, como dice Gregorio Hernández Jiménez: “El Estado del Bienestar es el totalitarismo
que nos ha tocado padecer y vencer en este punto de la historia”.
Una de las mayores
mentiras del Estado del Bienestar es que su función es “ayudar a los más
desfavorecidos”. El Estado del Bienestar no ayuda a los más desfavorecidos,
lo que hace es generar cada vez más desfavorecidos, a través del proceso de
empobrecimiento masivo de la población. El
sistema económico actual no es el capitalismo, como habitualmente se suele
decir de forma equivocada, sino el Estado del Bienestar y la “dictadura de los
impuestos”: la mayor parte de la riqueza generada en el mundo por personas
y empresa va directa al Estado del Bienestar, a través de los impuestos.
Llamando capitalismo a
lo que en realidad es el Estado del Bienestar han conseguido que mucha gente
crea que todos los problemas creados por el Estado del Bienestar han sido
creados por el capitalismo (y por una excesiva libertad, cuando ha sido lo
contrario), y que de esa forma crean que
la solución es menos capitalismo y más Estado del Bienestar, justo lo contrario
de lo que realmente se necesita.
Llamar capitalismo, o liberalismo, al Estado del Bienestar es una de las falacias más repetidas, y también una de las más rentables para la clase política y los grandes medios de comunicación. Por eso los grandes medios de comunicación son parte indisoluble de la clase política (la casta), porque son los que realmente cambian el significado de las palabras, y los que con ello dan la vuelta a la realidad, creando una imagen falsa sobre aquello que les interese. La forma de cambiar el significado de una palabra para cambiar el mundo es, en este caso concreto, repetir millones y millones de veces capitalismo cuando en realidad se están refiriendo al Estado del Bienestar.
Como sucede con un secuestro, decir a la víctima que si no fuera por la “bondad” del captor, estaría muerto. Te secuestro, pero gracias a mí no mueres. Te obligo a contribuir al Estado del Bienestar, aunque no quieras, pero gracias a mí tienes sanidad, educación, pensiones, etc. Y muchos pican.
La propaganda estatista de la gran mayoría de partidos políticos y agentes sociales conlleva la falacia del Proveedor Único de la que hablaba antes, y esta falacia hace que algunos den gracias al Estado del Bienestar por no dejarles progresar por ellos mismos. En definitiva, Síndrome de Estocolmo y Estado del Bienestar.
Llamar capitalismo, o liberalismo, al Estado del Bienestar es una de las falacias más repetidas, y también una de las más rentables para la clase política y los grandes medios de comunicación. Por eso los grandes medios de comunicación son parte indisoluble de la clase política (la casta), porque son los que realmente cambian el significado de las palabras, y los que con ello dan la vuelta a la realidad, creando una imagen falsa sobre aquello que les interese. La forma de cambiar el significado de una palabra para cambiar el mundo es, en este caso concreto, repetir millones y millones de veces capitalismo cuando en realidad se están refiriendo al Estado del Bienestar.
Como sucede con un secuestro, decir a la víctima que si no fuera por la “bondad” del captor, estaría muerto. Te secuestro, pero gracias a mí no mueres. Te obligo a contribuir al Estado del Bienestar, aunque no quieras, pero gracias a mí tienes sanidad, educación, pensiones, etc. Y muchos pican.
La propaganda estatista de la gran mayoría de partidos políticos y agentes sociales conlleva la falacia del Proveedor Único de la que hablaba antes, y esta falacia hace que algunos den gracias al Estado del Bienestar por no dejarles progresar por ellos mismos. En definitiva, Síndrome de Estocolmo y Estado del Bienestar.
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