A menudo suelo oír hablar de descontento político y
desafección política en los mismos términos, como si hablaran de lo mismo, sin
diferenciar un término del otro.
¿Están en lo cierto o están equivocados? ¿Hay diferencias entre el descontento
político y la desafección hacia la política? Para contestar estas
preguntas, analizaré lo que es cada término, por qué se caracterizan y lo que
la evidencia empírica nos dice de cada uno.
Descontento
político
Es la insatisfacción por los rendimientos negativos de un
régimen político (de sus dirigentes) ante la incapacidad para resolver
problemas (que la gente cree) básicos. Es una cierta frustración que surge de
comparar lo que uno tiene y lo que cree que debería tener. El descontento no suele afectar a la legitimidad democrática (nivel
de apoyo a la democracia como sistema político preferido), que sigue alta
incluso entre quienes están sufriendo en mayor medida las consecuencias de una
crisis económica, como explica el politólogo José Ramón Montero.
El descontento, por lo tanto, es algo coyuntural y suele ir unido
a una etapa de crisis económica o política, por lo que puede mejorar cuando
se producen cambios electorales o mejoras en el ámbito económico.
Como ejemplos de descontento político podemos observar
algunos indicadores políticos, como la confianza en el sistema
Gobierno/oposición o el indicador de confianza política y expectativas (CIS),
entre otros.
Nos damos cuenta que ambos indicadores tienen más o menos el
mismo comportamiento: se mantienen sin grandes variaciones durante los
últimos años del siglo XX y los primeros del siglo XXI; con el cambio de
partido en el Gobierno de España ocurrido en 2004 se produce una mejoría de la
opinión política; cae bastante con el comienzo de la crisis y los años más
duros de ésta; y, por último, comienza a repuntar en los años 2014 y 2015,
consecuencia de una leve mejoría en la crisis económica.
Desafección política
Por su parte, la desafección política se expresa a través de
un cierto desapego o alejamiento de los ciudadanos con respecto al sistema
político. Suele medirse por el desinterés
hacia la política, las percepciones de ineficacia
personal ante la política y los políticos y los sentimientos combinados de impotencia, indiferencia y aburrimiento
hacia la política. Los síntomas que más se caracterizan con la desafección
política son los siguientes: el desinterés, la ineficacia, la disconformidad,
la desconfianza, el distanciamiento, la impotencia, la frustración, el rechazo
o la hostilidad.
La desafección política es más estructural que el descontento (tiende
a ser estable), por lo que puede aparecer antes de cualquier crisis y no
mejora con cambios electorales o mejoras económicas.
Si analizamos el interés (o la preocupación) por la política
en los primeros años del régimen democrático, los datos españoles indican la
existencia de una clara desafección que, además, se ha mantenido relativamente estable
a lo largo del tiempo.
Según la Encuesta Social Europea, España ha sido desde hace
décadas el país con menos interés por la política de todos los europeos. Como
explica el sociólogo Mariano Torcal, el nivel de desafección política tiene que
ver con el pasado político de las sociedades. En este sentido, el pasado
dictatorial español se refleja en una concepción negativa de lo político y de los
mecanismos de representación política. Como muestra de ello, entre las personas que menos interés han
mostrado por la política en España durante los primeros años post-dictadura destacan
las de más edad.
Observamos en ambos gráficos como la desafección se mantiene
más o menos estable, aunque dentro de cada grupo de edad sí que se producen
variaciones significativas, como ocurre en el primer grupo de edad (18-21
años), el cual era el grupo que más interés tenía en la política en los años 80
y tan solo en una década cayó 22 puntos porcentuales.
Ocurre lo contrario con los grupos de más edad (30-64 y
65+), los cuales estaban menos interesados por la política (mayor desafección)
en los primeros años de la democracia y han ido aumentando su interés
paulatinamente.
En general, el
interés por la política (y por tanto la desafección) se ha mantenido estable entre
los 25-30 puntos de la Transición y los 30 puntos del año 2005.
Para observar de otro modo la desafección política existente
en España en los últimos años, podemos analizar algunas cuestiones del CIS como
“qué importancia tiene la política en la
vida de las personas”. Los resultados del CIS no arrojan grandes cambios en
esta cuestión, siempre se ha mantenido más o menos estable entre el 3 y el 4 (en una puntuación en la que 0 es “nada
importante” y 10 “muy importante”). Asimismo, la importancia de la política
es la más baja de las opciones que se dan (junto a la religión), siendo siempre
superada por otras opciones como la familia, el trabajo, los amigos y el tiempo
libre.
Por tanto, podemos decir que la desafección política en
España se ha mantenido más o menos estable desde la Transición (con variedades
según el grupo de edad), confirmando que estamos ante un fenómeno estructural,
a diferencia del descontento, que es coyuntural y varía en función de
diferentes factores, tanto económicos como políticos, como he explicado antes. Cada
fenómeno tiene sus propias características y han ido mostrándose de diferentes
formas a lo largo de los años, por lo que podemos decir con toda tranquilidad
que el
descontento político y la desafección política no son lo mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario