martes, 23 de junio de 2015

Capillas

Ignacio Escolar se preguntaba en un artículo publicado en "eldiario.es" acerca de la imputación de la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, planteando las que, a su juicio, son las “verdaderas preguntas” sobre el asalto a la capilla de la Universidad Complutense. Escolar se pregunta por qué hay capillas en las universidades públicas mientras que no hay sinagogas, mezquitas o templos al “espagueti volador”, al tiempo que cuestiona el código civil español, el conocimiento de francés de los que decían “Je suis Charlie”, o las contradicciones en el discurso al que él se opone. En este artículo no pretendo responder a nada, (Dios me libre), ni hacer las “verdaderas preguntas” sobre nada, que para eso ya tenemos a Escolar, pero sí plantear las dudas que me suscita la retórica del director de “eldiario.es”.

Para empezar, Escolar cree que la aconfesionalidad del Estado impide que haya capillas católicas en las universidades, máxime ante la inexistencia de templos de otras religiones. Naturalmente, que no haya mezquitas o sinagogas no es una excusa para eliminar las capillas católicas. Ambos templos pueden ser incluidos en las universidades españolas sin excluir por ello a los católicos, generando un clima de encuentro y de inclusión. No obstante, el elemento fundamental de mis dudas tiene que ver con la concepción que maneja Escolar, y un amplio sector del electorado (probablemente transversal, no busquen enemigos), sobre la función de la universidad. 

En el número que publicó la revista de la Universidad Complutense “Samizdat” en el momento del asalto a la capilla, el por entonces desconocido Juan Carlos Monedero afirmaba que las capillas no tienen cabida en la universidad, dado que tratan “de la voluntad del creyente de dar por válida la existencia de una entidad metafísica” y no del gobierno de la razón. Sin embargo, como le contestaba en ese mismo número Jon Juaristi, Monedero utiliza un concepto de razón tremendamente restrictivo, lo que no deja de ser, a su vez, una sorpresa mayúscula; en sus conferencias y escritos, Monedero ha defendido un modelo de política que se opone al “yo desvinculado” del liberalismo del siglo XX, es decir, a la expulsión de las pasiones del terreno político. En este sentido, parece contradictorio que Monedero y seguidores defiendan la pasión como parte del vivere civile y al tiempo pretendan expulsar el hecho religioso de la plaza pública.

Seguidamente, Escolar alega que no puede considerarse violencia la repetición de consignas y la intromisión forzosa en un espacio de culto, con el objetivo de ofender a aquellos a los que se dirigen las consignas. Sin embargo, la repetición de consignas puede ser considerada violencia en muchos sentidos. Si Aristóteles y Arendt tienen razón al señalar que palabra y acción (lexis y praxis) son constitutivos del ser humano, y yo creo que tienen razón, entonces hay motivos para pensar que la violencia puede ser ejercida mediante ambas características. No en vano, Stefan Zweig pensaba que el aumento de la violencia durante la Revolución francesa tenía que ver con la escalada de la violencia dialéctica, en un proceso similar, a pesar de sus diferencias, al de la progresiva polarización de la Segunda República. Visto esto, no parece extraño que las consignas a las que se refiere Escolar hicieran hincapié en que los curas y los católicos “arderían como en el 36”. 

Escolar plantea, además, una serie de argumentos que pueden ser devueltos como un boomerang y con los que el periodista sólo pretende dividir. Así, se pregunta por qué considerar a Putin como un tirano si en España también se procesa a los que asaltan capillas, o por qué criticar a Zapata si tenemos partidos corruptos. Dejando de lado que las Pussy Riot entraron en prisión y Rita Maestre en el Ayuntamiento, me parece necesario señalar la pobreza de los argumentos de Escolar: que Rato haya robado más o menos dinero no convierte a Zapata en alguien con la legitimidad adecuada para ocupar un puesto de responsabilidad política. 

Sofismas aparte, el artículo refleja la forma de hacer política existente en España. Escolar acaba el artículo diciendo que “las respuestas las preguntas son bastante obvias”, lo cual muestra una tendencia preocupante, a derecha y a izquierda, de convertir sus opiniones en verdades absolutas, cambiando la naturaleza de los razonamientos políticos y convirtiéndolos en verdades reveladas. Ejemplos hay, insisto, a derecha y a izquierda. Escolar es sólo uno de ellos. Al resto, ustedes los conocen. Seguro.

Tirtza Lévy

PD: Gracias a David, que me permite escribir y publicar este artículo en su blog, haciendo gala de un espíritu fiel a los orígenes del liberalismo.

1 comentario:

  1. Excelente artículo!. Creo que estamos ante un caso de libro de la tragedia de los comunes: lo que es del común es del ningún; lo que es de todos, en la práctica no es de nadie. Este problema se resolvería privatizando la educación o al menos otorgando mayor autonomía a los centros, de tal manera que los propietarios/gestores decidiesen si debe haber una capilla, sinagoga, mezquita, todo o nada.
    Sí, lo sé, en la Complutense la "propiedad privada" despierta más animadversiones que la religión católica jaja!.

    En cuanto a Dios se puede razonar pero creo que demostrar su existencia es un imposible. Se puede pensar en una Primera Causa; tener la sospecha de que por disponer de racionalidad, libre albedrío, conciencia y simplemente debatir sobre estos asuntos ocupamos un lugar central en el Universo o que Dios es un recurso evolutivo: "una imagen salvadora que se crea por el temor a la Nada" (parafraseando al protagonista del Séptimo Sello). Un tema apasionante con un resultado inconcluso y estéril. Cada cierto tiempo reflexiono sobre ello -es inevitable-, pero no me amargo como antes: hay que disfrutar del tiempo que se nos ha concedido, intentar ser buena persona ( aquí la moral cristiana tiene mucho que decir) y poner nuestro granito de arena.

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